Fiscalía de Valladolid mantiene su petición de seis años para el tatuador por supuestos abusos a clientas

Fiscalía de Valladolid ha mantenido este viernes su petición de seis años de cárcel para H.G, el tatuador juzgado por supuestos abusos sexuales sobre tres clientas, y ello pese a que el acusado se ha declarado inocente y no se explica el motivo de las denuncias contra su personas.
FUNCIONAMIENTO DE UN ESTUDIO DE TATUAJES DURANTE EL COVID-19
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Eduardo Sanz
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El juicio, que se ha desarrollado a puerta cerrada en el Juzgado de lo Penal 3, ha quedado visto para sentencia tras cerca de dos horas y media en la que H.G, durante el interrogatorio, ha mostrado su sorpresa por la incriminación de las tres clientas y ha asegurado que fue educado en valores y en el respeto hacia la mujer, según informaron a Europa Press fuentes jurídicas.

Sin embargo, las denunciantes, quienes han declarado ocultas tras una mampara, haN ratificado punto por punto sus respectivas denuncias y, a diferencia del anterior, "sin contradicciones", tal y como han resaltado durante la vista las acusaciones pública y particular para justificar el por qué de mantener sus peticiones de condena, la primera con un conjunto de penas que suman seis años por tres delitos de abuso sexual-a razón de dos años por cada uno-y la segunda, en representación de dos de las supuestas víctimas, con una petición de cuatro años.

Se da la circunstancia de que la primera en denunciar fue la mayor de ellas, de 33 años, y última en sufrir, presuntamente, los abusos. Más tarde, años después, lo hicieron las otras dos, de 16 y 20, una vez que se enteraron por las redes de que su mismo tatuador había sido denunciado por abusos.

VARIAS AMIGAS DE TESTIGO

En sus alegatos finales, el fiscal del caso y la acusadora particular han considerado plenamente probados los hechos, en el caso de esta última, a su juicio, ratificados no sólo por las víctimas sino por otras dos amigas que acompañaban a dos de las víctimas y que presenciaron lo ocurrido.

Los tres casos objeto de la presente causa se produjeron en 2015 los dos primeros y el último en 2018, cuando las clientas acudían a su casa o local, sito en el barrio de La Victoria, para ponerse un piercing o tatuar su piel.

El primero de los hechos, en 2015, hace referencia a la visita de una de las mujeres a casa del tatuador, de 30 años y sin antecedentes penales, con el propósito de colocarse uno de estos pendientes en un pezón, de ahí que el acusado la situara en una camilla y comenzara a masajearle dicha zona erójena con una crema anestésica, hasta que en un momento dado, siempre según las acusaciones, comenzó a masturbarse.

Acto seguido, habría cogido la mano de la mujer para acercársela al miembro viril, en erección, ante lo que la clienta huyó del local de forma precipitada.

RODILLAZO Y HUIDA

Otro de los supuestos delitos se habría producido en diciembre del mismo año, cuando una mujer se personó también en su casa para solicitar que le pusiera un piercing en el ombligo.

En este caso, el tatuador, sabedor de que ella era conocedora de la técnica, propuso a la clienta que le colocara uno en su pene y le pidió además, para facilitar la tarea, que le masturbara previamente.

Ante su negativa, el acusado habría tratado de bajar los pantalones a la mujer, aunque ésta finalmente logró abandonar el inmueble tras propinar un rodillazo a H.G.

En junio de 2018 otra mujer solicitó los servicios del acusado, para entonces con establecimiento abierto en el barrio de La Victoria. En esta ocasión, el encargo era una tatuaje en un costado, con lo que la mujer fue colocada en la camilla para grabar el motivo pedido.

Sin embargo, las partes acusadoras mantienen que fue el instante en el que H.G. aprovechó para acercarse a una de las piernas de ella para empezar a masturbarse, algo que ella pudo comprobar al notar algo extraño, girarse y encontrarse al tatuador con los genitales fuera del pantalón.

El escrito de la Fiscalía refiere otro caso, no sujeto a este proceso, en el que otra mujer denunció en sede judicial que cuando tenía 13 años acudió a casa del tatuador para colocarse un piercing y el acusado le ofreció el servicio gratis si a cambio le practicaba una felación. La clienta, según dijo en el juzgado, rechazó la invitación y prefirió pagar 10 euros por el piercing.

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