Ortega Cano: las cornadas de la vida del amor de Rocío Jurado

  • Han pasado 14 años desde que murió la cantante, pero su recuerdo en el extorero sigue intacto.
José Ortega Cano, en junio de 2020 en Chipiona.
José Ortega Cano, en junio de 2020 en Chipiona.
GTRES
José Ortega Cano, en junio de 2020 en Chipiona.

Han pasado 14 años desde la muerte de Rocío Jurado, pero el recuerdo en José Ortega Cano sigue intacto. A pesar de haber iniciado una nueva vida junto a Ana María Aldón -con la que tiene hijo en común- no está dispuesto a borrar una sombra que para algunos es demasiado alargada. 

Poco dado a hablar sobre los aspectos más íntimos, el torero reconocía hace poco que las paredes de su casa siguen vestidas con las fotografías de la cantante, a quien considera la mujer más importante de su vida. Junto a Rocío vivió los que, sin duda, fueron sus años más felices. También los más intensos. 

De fuerte carácter, nadie duda de que su relación con la chipionera fue de alto voltaje: hubo peleas y discusiones, pero también mucha complicidad. Lo suyo fue un auténtico flechazo, una pasión imposible de apagar que culminó en una macroboda celebrada en 1995. Un acontecimiento social que unió en sagrado matrimonio a dos maduros consagrados que querían disfrutar del amor como si fuera la primera vez.

Fruto de su relación, llegaron Jose Fernando y Gloria Camila, a quienes adoptaron solo unos años después. José cumplía así con el sueño de ser padre y empezó a cambiar sus prioridades. Pero no todo fueron alegrías, pues la llegada de los niños ocasionó fuertes enfrentamientos entre ellos. El carácter conflictivo de José Fernando hizo que las tensione aumentaran, llegando a replantearse la continuidad de su relación. 

Superado el bache y apoyado por su familia, a la que siempre ha estado muy unido, José Ortega Cano recibió un duro golpe cuando el cáncer irrumpió en la vida de Rocío Jurado. La batalla librada supuso un desgaste físico y emocional que, en efecto, acabaría pasándole factura. Con la muerte de su mujer, la tristeza y la depresión se tornaron insoportables. Fue entonces cuando tuvo que hacer frente a la ruptura total familiar y a reproches que nunca imaginó. Un año más tarde, en 2007, la muerte de su madre acabó dándole la estocada definitiva. Doña Juana había sido para él consejera, guía y refugio en los peores momentos.

La tensión, los comentarios injuriosos y una mala gestión de sus emociones empujaron al matador a protagonizar, a partir de entonces, sonadas disputas con periodistas y colaboradores. Las tertulias se centraron en analizar sus comportamientos llegando incluso a ridiculizarlo por faenas en el coso poco brillantes. Pero todo dejó de importar. En 2011, su vida se fue a negro.

José Ortega Cano sufrió un accidente de tráfico que le costó la vida a Carlos Parra y que cambió para siempre su destino. También el de su entorno más próximo, que vivió con angustia su ingreso hospitalario y su posterior entrada en prisión. Condenado a dos años de cárcel por homicidio imprudente y conducción temeraria tras triplicar la tasa de alcohol permitida, Ortega también se enfrentó a la reprobación social, al rechazo frontal de quienes consideraron escasa su implicación con la familia de la víctima. 

Su paso por el centro penitenciario sirvió para demostrar que, en efecto, sus problemas con la bebida no solo eran un rumor. Su adicción se inició poco después de que los médicos diagnosticaran la enfermedad a Rocío Jurado. El vino se convirtió en su aliado más perverso, al que recurría frecuentemente para evadirse de una realidad despiadada.

Recuperado de sus altibajos, pero como si fuera el receptor de una maldición, en 2016 volvió a sufrir un nuevo sobresalto. Su hijo, José Fernando, tenía que ingresar en un hospital siquiátrico después de sufrir varios trastornos y escenas que difícilmente pueden olvidarse. Desde entonces, José está ocupado y preocupado por sus hijos, al tiempo que busca alternativas para superar las dificultades económicas que lo acechan.

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