Las heridas de la Guerra Civil de EE UU siguen abiertas tras 155 años: la difícil memoria histórica de una superpotencia

  • En plenos disturbios raciales por dos nuevos casos de muerte por violencia policial, el presidente Trump se niega a eliminar los nombres de generales de la Confederación de varias instalaciones militares.
  • De nuevo, la memoria de la Guerra Civil de los EE UU vuelve al debate público: el nombre de las bases, la retirada de Lo que el viento se llevó de una plataforma de streaming, etc.
  • La memoria de la Guerra de Secesión sigue viva y a debate: entre la visión romántica del Sur y su papel en el final de la esclavitud y el principio de la segregación racial en el país.
El presidente de EE UU, Donald Trump, en el monumento a Lincoln, en Washington DC, durante un encuentro virtual con votantes emitido por la cadena Fox News.
El presidente de EE UU, Donald Trump, en el monumento a Lincoln, en Washington DC, durante un encuentro virtual con votantes emitido por la cadena Fox News.
OLIVER CONTRERAS / EFE
El presidente de EE UU, Donald Trump, en el monumento a Lincoln, en Washington DC, durante un encuentro virtual con votantes emitido por la cadena Fox News.

Los políticos estadounidenses han vuelto a agitar los fantasmas de la Guerra Civil de los EE UU (Guerra de Secesión) en plena escalada de las protestas raciales en el país tras las muertes en violentas actuaciones policiales de George Floyd, en Mineápolis, y Rayshard Brooks, en Atlanta. Mientras los manifestantes tumban estatuas relacionadas con la esclavitud o el pasado del país -incluidas las de Colón, Ponce de León o Juan de Oñate-, diversos políticos han exigido la retirada de símbolos relacionados con el bando Confederado -esclavista-. Entre ellos, una comisión bipartidista del Senado, liderada por el partido republicano, que pedía retirar en tres años los nombres de militares sudistas de importantes bases militares. Trump no tardó en responder por su canal favorito, Twitter, y afirmó que su administración no iba a plantear esos cambios de nombres. La compleja memoria histórica del país y de su guerra civil volvía a aflorar en el debate público.

Quienes se quejan de que en España se siga hablando y discutiendo de la memoria histórica de la Guerra Civil más de ochenta años después, quizá se sorprendan de la vigencia y complejidad del debate sobre la Guerra Civil estadounidense 155 años después de su fin.

El debate sobre las bases militares no es baladí. Afecta a instalaciones militares muy conocidas (en España más por el cine y la televisión) como Fort Bragg (Carolina del Norte), Fort Hood (Texas) o Fort Benning (Georgia), todos ellos nombres de oficiales confederados, entre otras. Trump vinculaba esas instalaciones a la "gran herencia americana de victoria y libertad" y donde se entrenó a los "héroes" que ganaron las dos guerras mundiales. Y terminaba su mensaje con la proclama: "¡Respetad a nuestros militares!"

Ni siquiera en el ejército parece que exista la unanimidad. David Petraus, general retirado y director de la CIA con Obama (aunque tuvo que dimitir al año por una relación extramatrimonial) ha escrito un artículo en The Atlantic en el que pide la retirada de estos nombres porque el Ejército no debería "aceptar ninguna celebración de aquellos que traicionaron a su país". Y añadía, que salvo el general Lee, ninguno de ellos fueron militares especialmente capaces.

Aunque muchos tienen claro que la respuesta visceral del presidente tiene que ver con su simpatía por los supremacistas o por la cercanía de unas nuevas elecciones presidenciales, el asunto, como suele ocurrir, tiene más aristas de lo esperado y reaparece cada cierto tiempo. La última vez fue en 2017, cuando la retirada de una estatua del general Lee en Charlotesville (Virginia) acabó degenerando en manifestaciones de ambos bandos y disturbios que causaron varios muertos.

La memoria de la Guerra Civil de los EE UU es un tema complejo que ha ido evolucionando con el paso de los años y que está inevitablemente unida al tema del racismo y la segregación. "Es una conversación colectiva constante con la historia, ahora estamos en un momento muy agresivo y polarizado", explica Montserrat Huguet, Doctora en Historia Contemporánea y profesora en la Universidad Carlos III de Madrid  y autora de Breve Historia de la Guerra Civil de los  EE UU (2015).

Cuando la guerra civil terminó, en 1865 y tras dejar entre 620.000 y 750.000 muertos, los mandos confederados lo tomaron con pragmatismo. El gran comandante del Sur, el general Lee dijo: "Hemos perdido. Adelante, pasemos a otra cosa". Lee, que ni era esclavista ni tenía esclavos y dudó en qué bando luchar y se decidió por su estado de origen, Virginia, pasó a ser director de un instituto que convertirá en un centro modélico (y segregado).

Por su parte, el bando ganador no disolvió los estados rebeldes ni propuso condiciones políticas inaceptables. Sin ir más lejos, solo un mando confederado es ejecutado: Henry Wirz, el comandante del campo de concentración de prisioneros de Andersonville, donde unos 13.000 soldados de la unión prisioneros murieron de hambre o enfermedades.

Sí que se concedió la libertad total a los esclavos afroamericanos e incluso se abrieron los pasos para su inclusión política. El ala más radical del partido Republicano -que gobernaba el Norte durante la guerra, frente a los estados del Sur gobernados por los Demócratas- propuso poner unas condiciones más duras a los vencidos. Durante los años siguientes sí se produjeron expropiaciones en el Sur y emigrantes (blancos) de los estratos humildes del norte, los llamados despectivamente  carpetbaggers  fueron llevados para convertirse en nuevos propietarios en los estados sureños, pese a la oposición de los habitantes. 

Sin embargo, todo eso pasó rápidamente y en pocos años, los Demócratas volvieron al poder en el Sur y, mientras el país, en su conjunto avanzaba en lo económico y lo político, los afroamericanos no dejaron de sufrir la segregación y la marginación. Fue en esas décadas del siglo XIX que bajo el perverso lema "iguales, pero separados" se establecieron las leyes Jim Crow que supuso un "apartheid de facto", en palabras de la profesora Huguet. Sus efectos llegaron hasta los años 60 del siglo XX. Los derechos y la libertad de la victoria de la Unión se evaporaron para los negros en menos de una década.

Como un país obsesionado con el futuro y con que el pasado no sea un lastre, los EE UU firmaron un pacto de reconciliación que los convirtió en superpotencia. Su expansión y recuperación tras la guerra fue a marcha de locomotora de vapor. 

El Ejército, símbolo del pacto de reconciliación

"Existió un deseo de cicatrizar las heridas lo más rápido posible", explica el periodista, historiador y divulgador Jesús Hernández, autor de Norte contra Sur. Historia total de la Guerra de Secesión. "Fue como si en nuestra Guerra Civil, tras la victoria del bando de Franco se hubiera permitido legalmente la bandera republicana, no se fusilara ni represaliara a casi nadie y se hubiera permitido nombrar cuarteles con nombres de generales republicanos", compara el historiador. "De ese pacto quedaron fuera los afroamericanos, pero el país se unió, se dejó la dinámica de vencedores y vencidos, no se aniquiló la memoria de los vencidos y se pusieron las bases de una expansión increíble", asegura el historiador que cree que "si ese pacto mereció la pena o no, es un debate muy interesante".

Ese pacto nacional, esa fusión cicatrizadora la simbolizó muy bien el Ejército. "El gran ejército de los EE UU se va fundamentando en dos tipos de valores", explica Monserrat Huguet, "por un lado los del orden y la organización que se identifican con el Norte unionista y, por otro lado, el de los más intuitivos, los del honor y el deber, que se identifican en el Sur, idealmente visto como más caballeresco y aristocrático". Esta función unitaria se empieza a perfilar en las guerra coloniales de 1898 e irá profundizándose en el siglo XX: los símbolos y banderas confederadas serán utilizadas por militares en las guerras mundiales, Vietnam, etc. Y en ese siglo XX se empezaron a nombrar con nombres de generales del Sur distintas bases como las que ocupan la polémica actual.

La romántica 'Causa Perdida' del Sur

La Guerra de Secesión de los EE UU pone en entredicho ese viejo lema de la "Historia la escriben los vencedores". Pocas veces en la historia, el discurso y la visión de los perdedores tuvo tanta voz, tanta visibilidad. Se empezó a construir el mito de la Causa Perdida y triunfó incluso en el norte. Se incluyeron los estereotipos más visuales del Sur, la caballerosidad, la calidez, el honor, lo rural y conservador... frente al Norte laborioso, industrial y moderno. Esa imagen romantizada, construida en gran medida por mujeres como las de la organización Hijas de la Confederación, irá construyendo una historia de la guerra diferente que eleva a los combatientes de ambos bandos y que resulta muy útil para la construcción nacional.

Pero que, del mismo modo, blanquea la esclavitud hasta tratarla de convertirla en una institución civilizada, que sirve para cristianizar y hasta ayudar a los afroamericanos, torpes que necesitaban a sus amos para vivir. Esa mirada cala en la cultura popular, incluido el Norte, y de ahí las visiones polémicas hoy en día de Lo que el viento se llevó, tanto la novela como la película . La guerra fue, por tanto y con esa visión, una lucha entre nobles hombres blancos.

‘Lo que el viento se llevó’.
‘Lo que el viento se llevó’.
(New Line Cinemas)

Con la llegada del movimiento por los derechos civiles, en los 60, también llevó a sobredimensionar el papel de la esclavitud en la guerra. Que fue un hecho primordial, pero inserta en diversas de causas económicas, políticas y sociales que llevaron a aquella guerra. La memoria de la Guerra Civil ha sido oscilante y la de sus símbolos, también. La bandera confederada, no siempre se ha usado como símbolo de la esclavitud y la segregación: también ha sido usada como símbolo de unidad (como veíamos con el ejército) y también como símbolo contestatario contra la autoridad federal del país. Incluso grupos de rock como Lynyrd Skynyrd, tenían la bandera en su imaginería propia, como señala la profesora Huguet. Sus protagonistas también han cambiado: hoy un presidente republicano se resiste a borrar los nombres confederados, y los demócratas, el partido que gobernó y lideró el golpe confederado contra la Unión, son los que, de un modo más evidente y con excepciones, lo propone y apoya.

"¿Dedicarán el nombre de una base a Sherman, un general unionista, pero un auténtico carnicero?"

En el actual debate polarizador y prelectoral estadounidense este debate tiene aún más importancia y relevancia. "Ahora se va a sacar toda la artillería contra Trump, incluido el uso y abuso de la Historia", asegura Jesús Hernández. Montserrat Huguet, que califica a Trump como "odioso", tampoco está segura, que en una cuestión tan compleja, el cambio de nombres confederados cambie nada: "Podrían cometer algunas injusticias, ¿dedicarán el nombre de una base a Sherman, un general unionista, pero un auténtico carnicero?". Explica esta historiadora, que reflexionaba en un artículo sobre el antiamericanismo interior, que "a veces desde Europa creemos que la historia de EE UU es simple y está asumida por todos sus habitantes, pero no es así, es compleja y tiene muchos problemas, agujeros y vacíos". Del mismo modo, alerta sobre el peligro de, en un momento tan polarizado, atacar los intentos de mesura o de debate sosegado sobre temas tan complicados.

Quizá estas protestas raciales supongan un nuevo giro, una nueva oscilación de la memoria histórica de la Guerra Civil que la aleje de la versión más edulcorada de la Causa Perdida. Quizá reafirme a los que creen en ella, en su utilidad nacional y que se sienten amenazados por la contraversión. 155 años después, la Guerra Civil de EE UU sigue sin cerrar sus heridas.

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