Los vecinos de la plaza de la Trinidad están acorralados por la suciedad y los olores

  • Miles de pájaros anidan en los árboles.
  • Están recogiendo firmas para pedir una solución definitiva.
  • Hay excrementos por todas partes.
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Los bancos de la plaza de la Trinidad están llenos de excrementos.
Los bancos de la plaza de la Trinidad están llenos de excrementos.
TORRES
Los bancos de la plaza de la Trinidad están llenos de excrementos.

Los verdaderos dueños de la plaza de la Trinidad son los estorninos. Los pájaros han hecho de esta zona del centro de la ciudad su campamento base. Miles de aves anidan todos los años en los árboles de la plaza convirtiendo la zona en un foco de infección de difícil solución.

«Ya no podemos más», afirma Fátima Robles, empleada de uno de los comercios. «El toldo lo tenemos que poner llueva o haga sol para que la gente pueda ver el escaparate sin tener que llevarse de regalito una cagada en la ropa».

El ruido a primeras horas de la mañana es insoportable y al anochecer es casi imposible mantener una conversación en las aceras que circundan a la plaza. Los chillidos de las aves son tan fuertes que muchos de los bares cierran sus ventanas cuando llega la hora fatídica.

El olor es otro de los grandes problemas. El Ayuntamiento se afana en limpiar la zona varias veces a la semana, pero «no sirve de nada», asegura Robles.

«Los bancos son inservibles, los techos de los kioscos están repletos de suciedad y el agua con los excrementos la acumulan en los alcorques, con lo que la infección y el olor a podredumbre que tenemos es permanente», dice la dependienta.

Colocaron ultrasonidos, pero los pájaros ya se han acostumbrado y no sirve de nada
Los vecinos han decidido que no dejarán que el Ayuntamiento los abandone y
se han puesto a recoger firmas para pedir una solución definitiva. «Colocaron ultrasonidos, pero los pájaros ya se han acostumbrado y no sirve de nada», sentencia Manuel Santaella, un anciano de la zona. «También -continúa- trajeron un día a un hombre con un halcón, que no ha vuelto».

Los vecinos, comerciantes y ciudadanos que circulan a diario por esta zona están dispuestos «a todo, para poder abrir las ventanas de las casas, sentarnos en los bancos de la plaza y poder respirar. Esperamos no tener que gritarlo en la Plaza del Carmen».

Francisca Mingorance, una jubilada que vive en Trinidad, está enclaustrada en su propia casa. «Estoy enferma y me cuesta trabajo caminar, así que mi única distracción era bajar a la plaza y sentarme en un banco, ahora no puedo por el olor, el ruido y la suciedad», afirma.

«Tampoco -continúa- puedo abrir las ventanas para que el piso se ventile». La obsesión de los vecinos es tal que muchos tienen zapatillas que guardan en las escaleras de los bloques «para no subir la porquería de la plaza a la casa», dice Mingorance. Además, esta vecina no necesita despertador, «a las seis de la mañana los pájaros me levantan».

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