La vida de menores privados de libertad

  • Unos 75 adolescentes de 14 a 18 años cumplen condena en el centro de menores de Burjassot.
  • Algunos de ellos están en un módulo aparte por haber cometido asesinatos o violaciones.
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Menores internos en el Centro de Menores de Burjassot (Valencia) se encargan del mantenimiento de las instalaciones.
Menores internos en el Centro de Menores de Burjassot (Valencia) se encargan del mantenimiento de las instalaciones.
CRISTINA AGUILAR
Menores internos en el Centro de Menores de Burjassot (Valencia) se encargan del mantenimiento de las instalaciones.

"Buenos días, buenos días...". Los internos de la Colonia San Vicente de Burjassot reciben con extrema cordialidad al visitante. A priori resulta algo chocante que jóvenes recluidos en lo que antes se llamaba un reformatorio se muestren así de educados y formales. Una buena señal de que el centro y su entregado personal cumplen con su labor reeducadora. Este complejo, el mayor de la provincia,

acoge a unos 75 chavales de 14 a 18 años, distribuidos en diferentes grupos en función del tipo de delitos cometidos y de la edad. "Lo que más está aumentando es el maltrato familiar, pero estos niños son los que tienen más posibilidades de no repetir las conductas, ya que afecta a clases medias y altas", explica el director del centro, José Miguel Bello.

Todos colaboran. Sus pasillos son, a primera hora de la mañana, un ir y venir de fregonas, bandejas del desayuno y escobas. Tienen un sistema de puntos que obtienen en función de su implicación y comportamiento, que revierte en premios como dinero al final de cada semana. Los cubiertos no son aquí de plástico.

"Asumimos el riesgo, pero queremos darles una sensación de normalidad, de lo que se van a encontrar en la vida más allá de estos muros", prosigue Bello.

Los internos se dirigen a él con una mezcla de respeto y cariño que seguramente no mostraron al llegar.

Mientras, en el módulo cerrado, terminan su desayuno 10 chavales. Están temporalmente o con sentencia firme en un edificio aparte. Impresiona saber que están ahí por haber cometido robos con violencia, agresiones sexuales e incluso asesinatos.

La puerta de salida, curiosamente, está siempre abierta tanto para entrar como para salir. "No tenemos guardas, sólo 50 educadores, que siempre están con los niños", prosigue Bello. José Miguel vuelve al trabajo, que no falta.

Más de la mitad logra reinsertarse

En lo que llevamos de año ha habido tres fugas en este centro de menores, "pero con el volumen de atendidos creo que no es tanto", añade su director. El señorial edificio, junto a las vías del ferrocarril, está gestionado por la orden religiosa de los Terciarios Capuchinos desde 1922. "Lo más positivo es la progresión que ves desde que entran hasta que salen". El 65% logra reinsertarse en la sociedad tras su paso por estas instalaciones. "Por muy grave que sea el delito, un menor siempre es recuperable. Cuando quitas lo demás queda lo que en definitiva es, un chaval, que nunca ha dejado de serlo", reflexiona el director mientras recorre las diferentes estancias. CONSULTA AQUÍ MÁS

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