El principal riesgo de esta práctica son las venganzas que se toman los delincuentes cuando el supuesto beneficiado se niega a entregarle la correspondiente propina.
Cuando sucede precisamente esto, los malechores rayan los coches con una llave o provocan desperfectos en parabrisas y espejos retrovisores.
Sin embargo, la Policía Local aconseja no aceptar su chantaje y pide a los ciudadanos que llamen a la comisaría si detectan la presencia de estos delincuentes.
Los gorrillas se aprovechan sobre todo de los turistas, que ya están acostumbrados a soportarlos en sus ciudades de origen y prefieren pagar algo antes que arriesgarse a una sorpresa desagradable durante sus vacaciones.
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