La solución para el tufo que suele invadir la vida y las narices de unas 200 familias desde hace 13 años en la desembocadura del Guadalmedina es cambiar el fondo del tramo con agua de mar.

Así lo plantea la Empresa Municipal de Aguas de Málaga (EMASA). El gerente, José Luis Rodríguez, explica que las rocas colocadas en el suelo del kilómetro y medio de la ría impide la limpieza del fondo.

Para ello, se reemplazará la escollera sumergida por una superficie lisa. «Una máquina similar a un limpiafondos de piscina podrá entrar en el cauce y eliminar los residuos. Actualmente eso es imposible», explica Rodríguez.

Hoy día objetos, basura y materia orgánica que arrastran los desembalses de seguridad de la presa de El Limonero (cinco kilómetros más arriba) o las lluvias se filtran entre las rocas del fondo. Los lodos se decantan y las piedras hacen imposible su retirada.

La falta de oxígeno por la poca renovación del agua de mar que cubre las rocas produce anaerobiosis, una proliferación de microorganismos que generan metano y sulfhídrico.

Estos gases son los causantes de los malos olores, aunque los vecinos también sospechan que debe existir algún vertido de aguas fecales. «En muchas ocasiones, de repente, aparecen muchas compresas en el agua. Esto tiene que venir de algún lado», afirma María Dolores Rey, vecina de Pasillo del Matadero, una de las calles paralelas al río.

Seis meses de obra y dividir el cauce en dos

Las obras del proyecto de Emasa se prolongarían durante seis meses. Aún no hay fecha de inicio, ya que el Ayuntamiento ha pedido a la Cuenca Mediterránea Andaluza (organismo de la Junta encargado de los ríos) y al Puerto que financien parte de los cinco millones de euros que costaría la mejora.

Para llevarlo a la práctica, habría que dividir longitudinalmente la parte con agua del cauce. Una mitad se drenaría para secarla, mientras que la otra quedaría libre para facilitar el desalojo de agua si llueve.

Una vez concluidos los trabajos en un lado, se secaría el otro para completar la obra.

Una historia de soluciones insatisfactorias

El último gobierno municipal socialista de Málaga encargó que el Guadalmedina quedase como una ría. Se acabó en 1995, recuerda el académico de San Telmo Manuel Olmedo.

En 2003, la infanta Elena inauguró el Centro de Arte Contemporáneo (CAC). Esto motivó que el Ayuntamiento limpiase la zona de basuras sumergidas y carritos de la compra tirados a la lámina de agua.

No se volvió a repetir una operación de limpieza similar hasta mayo de 2006. Tras dos días de trabajo, operarios de Emasa extrajeron una treintena de carros de la compra, dos bicicletas (una de ellas estática) y un somier. Una moto no pudo ser recuperada de las garras del fango y aún permanece sumergida.

En 2004, Emasa ya trató de liquidar el problema de los malos olores en la desembocadura del Guadalmedina. Instaló un sistema de bombeo de agua de mar desde el Puerto hasta unas bocas junto al CAC, de forma que se facilita el movimiento del líquido y el aumento de la concentración de oxígeno en la zona con agua de mar. Aún se mantiene este método.

Sin embargo, cuando la marea baja, el sistema de captación de agua desde el Puerto se queda sin suministro; las bocas dejan de funcionar y el hedor vuelve.

Unos 270.000 euros se gasta cada año el Ayuntamiento en la alimentación eléctrica de este sistema, que dejaría de usarse cuando el fondo del tramo con agua deje de ser rocoso.

Rey confía en que este proyecto acabe con los malos olores. Rodríguez augura que los planes para ampliar el Puerto, que ya ha alargado casi un kilómetro el río, pondrán más difícil la regeneración natural del agua de mar, por lo que urge sacar adelante esta nueva idea.

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