Lejos de la normativa que obliga a las empresas a cumplir una serie de obligaciones, la RSC engloba cualquier tipo de actividad o libre iniciativa destinada a favorecer los intereses de su público.

Esto se traduce en incentivos a los empleados y a sus familiares, pero también de forma indirecta al resto de la comunidad.

Viajes, torneos deportivos, actividades multiculturales... Toda propuesta es bien avenida.

Aunque existe un intercambio de intereses con los ciudadanos, las empresas obtienen un beneficio de la sociedad, y qué mejor forma de corresponderlo que premiando su fidelidad.

¿Generosos o interesados?

No hay ninguna obligación de llevar a cabo un voluntariado corporativo, pero la experiencia constata que hasta los negocios más pequeños están dispuestos a invertir en prácticas de RSC.

Sin embargo, la desconfianza surge en el momento en el que somos conscientes de que vivimos en una sociedad capitalista, y que nadie hace nada por nadie sin sacar algún beneficio.

Es cierto que estas actividades no tienen por qué ser puramente altruistas. Los más críticos las tachan de lavado de imagen, de estrategia corporativista. Y en cierto modo tienen parte de razón.

La RSC también es una forma de promoción; una empresa que colabora con la economía, la sociedad y el medio ambiente está mejor vista, y por tanto ganará clientes, proveedores, publicidad... ¿Qué con ello obtiene beneficios? Mejor para los empresarios, pero el caso es que están haciendo una labor social.

Un viaje inolvidable

La Fundación Adecco, además de ayudar a que las empresas cumplan la normativa, trabaja para que también lleven a cabo voluntariados corporativos. “Es cierto que muchas veces comienza siendo una estrategia comercial o una forma de competir con el entorno, pero luego se dan cuenta de la satisfacción que produce llevar a cabo una labor así. Hay muy buena aceptación por parte de los empresarios a la hora de llevar a cabo actividades de RSC”.

Siguiendo la línea de sus iniciativas, la Fundación convocó un concurso dentro de Adecco para llevar un nuevo voluntariado corporativo bajo el nombre de “Low Cost, ayudar cuesta muy poco”.

Los empleados que más puntos acumularon por sus propuestas de integración, así como por su búsqueda de trabajo a colectivos desfavorecidos, viajaron hasta la península de Santa Elena (Ecuador) para impartir un curso de formación sobre recursos humanos, marketing y comunicación, atención al cliente y técnicas de venta, finanzas y riesgos laborales a 150 microempresarios.

El sentimiento después de formar parte del voluntariado es inmejorable. Por una parte, el aprendizaje de los jóvenes emprendedores de Santa Elena. Por otro, la experiencia de los trabajadores tras su estancia en un lugar donde son felices con muy poco. Un intercambio positivo para ambos.

EN PERSONA

Federico García-Linares voluntario de la empresa OHL

«El grupo se creó hace un año y medio, más o menos, y lo integran una decena de trabajadores. Movilizamos a la gente de la empresa para que participasen en este tipo de iniciativas. Son muy bien aceptadas, pero tiene que haber alguien que dé el empujón para que se lleven a cabo. Hemos hecho campañas de recogida de alimentos para Perú, de ropa para Suramérica, un torneo de fútbol con discapacidad psíquica... Ahora estamos haciendo un huerto con personas discapacitadas para que hagan prácticas de jardinería».