El pasado 5 de abril, Rosa (nombre ficticio) sufría un intento de violación. Días después, una juez dictaba una orden de alejamiento a su presunto agresor, pero ésta es imposible de cumplir: sobre el papel, el hombre no puede acercarse a Rosa a menos de 500 metros, pero viven a apenas 368 metros el uno del otro, en Aranjuez.

"Desde que me ocurrió, no me atrevo ni a sacar a pasear al perro", decía Rosa en la carta que envió a 20 minutos.

Ya en declaraciones a este periódico Rosa explica que aún recuerda con nitidez la noche del suceso. Volvía a casa de madrugada cuando se percató de que un hombre la seguía. Él se coló en su portal y forcejeó con ella, "me golpeó, me tiró al suelo e intentó que le hiciera una felación. Grité y cuatro vecinos alertaron a la Policía".

"Jamás se me olvidará su mirada fría"

Él huyó, pero lo encontraron esa misma noche", explica la víctima. "Todavía no me he cruzado por la calle con él. Pero tengo miedo. Él sabe que vivo a sólo dos manzanas de su casa. Jamás se me olvidará su mirada fría", afirma.

Pese a las protestas de Rosa, ninguna autoridad ha tomado aún cartas en el asunto. El Juzgado de Instrucción de Aranjuez encargado del caso no quiso hacer declaraciones a este periódico.

"No es la primera vez que ocurre un caso así. Hay agresores con órdenes de alejamiento que trabajan en el mismo lugar que la víctima", afirma Altamira Gonzalo, presidenta de la asociación de mujeres juristas Themis. "En estos casos, la Justicia suele ser muy benevolente con el agresor", asegura.