El pasado año abría sus puertas uno de los museos más sorprendentes y espectaculares del mundo: el Mori Building Digital Art Museum teamLab Bordeless. Un espacio de más de 10.000 m2, ubicado en un islote artificial de la bahía de Tokio llamado Palette Town, dedicado en exclusiva al arte digital a gran escala gracias a una tecnología puntera compuesta por 520 ordenadores y 470 proyectores de alta luminosidad.

Detrás de este mastodóntico proyecto, ideado para imaginar espacios tridimensionales inmersivos, se encuentra el colectivo teamLab, fundado en 2001 por Toshiyuki Inoko y respaldado por varios cientos de profesionales de las más diversas disciplinas - artistas, programadores, ingenieros, animadores digitales, matemáticos y arquitectos, entre otros-.

"Hemos creado un universo sin fronteras, compuesto por obras de arte que se desplazan por sí solas, se comunican entre ellas y a veces se mezclan con otras. Me gustaría que este espacio fuese un lugar donde se pueda recordar que en nuestro mundo las fronteras no existen", señalaba entonces Inoko para intentar explicar su contenido. "Se trata de unir el arte y el espectador; no hay un solo punto de vista. En este museo la persona se convierte en el centro y la obra de arte cambia contigo, todo se crea desde su perspectiva", añadía.

Ellos mismo se autodenominan 'ultratecnólogos', por su uso de la tecnología como herramienta para expandir nuestros conocimientos y experiencias. De hecho, uno de sus principales objetivos es ampliar las posibilidades del arte a través de lo digital y generar nuevas formas de relacionarnos con el arte, la naturaleza y el mundo a través de sus obras.

Para aquellos a los que se le hayan puesto los dientes largos, vamos a darles una alegría. El trabajo de este colectivo de arte digital llega a España por primera vez y se instala en el Espacio Fundación Telefónica de Madrid donde podrán verse, hasta el 9 de junio, tres instalaciones inmersivas ideadas por él. Para darles forma: más de 30 proyectores, sensores, espejos, suelos reflectantes y música que proporcionan al espectador toda una experiencia sensorial de la que él mismo forma parte con su interacción.

"Son instalaciones que llevan a reflexionar sobre la responsabilidad del ser humano con su entorno y sobre el lugar que ocupa formando un todo con la naturaleza. La noción de que no hay separación entre nosotros y la naturaleza recorre todas sus propuestas, que busca con entornos envolventes diluir los límites entre mundo interior y mundo exterior fundiendo al espectador con la obra", dicen desde la Fundación.

La instalación más importante por tamaño es Black Waves: Lost, Immersed and Rebord (2019), inspirada en el el clásico La gran ola de Kanagawa pintado por Hokusai en 1830. Se trata de un espacio 3D generado por ordenador en el que se da movimiento a una gran masa de agua que da lugar a una ola continua.

En el centro de la sala, Flutter of Butterflies, Born from Hands (2019), otra pieza que invita al espectador a interactuar con ella a través de cientos de mariposas aleteando que aparecen y desaparecen a través del contacto físico. El movimiento, además, nunca es el mismo ya que depende de cómo cada persona se preste al juego.

Por último, la tercera instalación de la sala: Enso - Cold Light (2018), que reinterpreta la caligrafía tradicional japonesa haciéndola evolucionar hacia lo que el colectivo denomina caligrafía espacial.