El inicio de un nuevo ciclo

Estas elecciones ofrecen modificaciones que rompen los esquemas de las anteriores. Con casi 1 millón de votos, IU ha seguido siendo la tercera fuerza en votos, pero sólo ha obtenido un diputado en Madrid y otro en Barcelona, gracias al gran tamaño en escaños que tienen esas circunscripciones (su voto en las otras 50 se ha perdido).

Ahora bien, no todo el descenso de IU es atribuible a la ley D'Hondt. No debemos olvidar que con el mismo sistema electoral, IU obtuvo 18 escaños en 1993 y 21 en 1996. IU paga el desastre de las generales de 2000, en las que perdió por la abstención prácticamente de la mitad de su base electoral anterior, entrando en la zona de riesgo de la ley D'Hondt (bajó a 8 escaños). Este electorado no ha vuelto a IU y ahora, si vota, vota útil al PSOE contra el PP.

En definitiva, el declive de IU también se ha debido a su propia debilidad. En todo caso,

la caída de IU abre un nuevo ciclo bastante problemático, ya que las posibilidades y los márgenes de maniobra para poder pactar se han estrechado. Si con la desaparición del CDS en 1993 culminó un ciclo que desembocó en la monopolización por el PP de todo el voto de la derecha y del centro conservador, lo que le permitió ganar dos veces, ahora algo similar ha ocurrido en la izquierda.

Después del 9-M ya sólo queda prácticamente el PSOE como opción y representación en el Parlamento del electorado de izquierda y progresista. El futuro Congreso se va a reducir a un espacio triangular con tres vértices: PSOE, PP y nacionalistas (esencialmente de derechas como CIU y PNV), y con este esquema la política que en él se debata así como la gobernabilidad de España deberá pagar tributo obligado a los nacionalistas.

Hemos entrado en un nuevo ciclo en el que los dos grandes partidos van a pagar las consecuencias del sistema electoral que ha hecho desaparecer o margina a los partidos bisagra no nacionalistas (e hincha en escaños el voto nacionalista).

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