El cadáver del joven inmigrante que falleció arrollado por el mismo autobús que le iba a servir de pasaporte de la península, Aser Mohamed, ha sido repatriado a su lugar de origen para que, por expreso deseo de su familia, sus restos descansen para siempre en su país.

En una caja de madera, amortajado y preparado según el rito islámico, el cuerpo del último inmigrante que perdió la vida intentando llegar a la península, emprendió camino desde Ceuta a Málaga para ser trasladado a Pakistán vía Londres. Los gastos del trayecto han sido aportados por las comunidades islámicas de Ceuta que han conseguido 4.500 euros en diversas colectas.

Antes de emprender su último viaje, Aser fue despedido en la ciudad por quienes hasta la fecha constituían su única familia desde que hace un año había decidido emprender viaje a Europa, sus compañeros del CETI. En la explanada del camposanto ceutí le rezaron las últimas plegarias a su compañero.

Aser era el cabeza de una numerosa familia y había decidido abandonar su país, dejar mujer e hijo para, a sus 28 años conseguir una regularización que le aportara dinero suficiente como para dar de comer a todos sus familiares. Su propósito quedó en un sueño y su estancia durante meses y meses en Ceuta sólo sirvieron para alargar más aún su periplo migratorio.

La historia de este asiático que ahora culmina es una de las que a diario se escriben en el CETI -Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes- de la ciudad autónoma, en donde cerca de 500 sin papeles esperan que les sea concedida la documentación para eliminar la clandestinidad de sus vidas.

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