De cháchara... y punto

  • Un grupo de madrileñas jóvenes se reúne una vez al mes para charlar mientras tejen prendas de lana de forma artesanal.
  • El único requisito es sentir pasión por el punto.
Varias mujeres haciendo punto durante una de las tertulias del Círculo de Bellas Artes.
Varias mujeres haciendo punto durante una de las tertulias del Círculo de Bellas Artes.
JORGE PARÍS
Varias mujeres haciendo punto durante una de las tertulias del Círculo de Bellas Artes.

"Hacer punto es cosa de abuelas, pero nosotras intentamos hacer una moda más moderna". Lo dice Helena Fernández, que trabaja en una aseguradora y es asidua a una tertulia madrileña de calceta: una reunión de "gente sin nada en común salvo la pasión por el punto" y que cada vez está más en boga en la comunidad.

El grupo de Helena queda una vez al mes a través de una página web , normalmente en La Pecera del Círculo de Bellas Artes (Alcalá, 42). La única condición es "saber hacer punto". Y avisan: "Esto es una tertulia, no una clase".

La tertulia comenzó a ‘tejerse’ en 2003. Varios aficionados al punto contactaron a través de una web de Estados Unidos y quedaron en Madrid. Tras algunos altibajos, han logrado reunirse con frecuencia para tejer y hablar "de todo".

La mayoría son mujeres, entre los 20 y los 40 años: "Alguna vez ha venido una señora mayor, pero al ver nuestro rollo moderno se van".

"Efecto relajante"

Los asiduos a la tertulia tienen muchas razones para tejer: "Es relajante, útil, una actividad social, añade equilibrio a una vida acelerada...", pero sobre todo puede ser una actividad muy creativa.

Pastelitos, extraterrestres, juguetes... "Imaginamos algo y lo hacemos", cuentan. "Lo más raro que he hecho es un gorro con orejas", recuerda Helena. Pero también ha tejido un guante exfoliante para la ducha con hilo de cáñamo o el chal para su boda.

De hecho, al que actualmente es su marido lo conquistó con las agujas. "Lo retomé para seducir a mi novio. Le hice una bufanda horrorosa. No sabía hacer nada y, además, elegí un gris oscuro muy vulgar; pero le debió gustar, porque nos casamos".

Estos aficionados saben que es más barato comprar una prenda hecha que hacérsela uno mismo –la lana para calcetines, por ejemplo, cuesta unos siete euros–, pero aseguran que merece la pena: "Cuando te acostumbras a unos calcetines a medida, es muy difícil sentirte cómodo con otros". Además, cada vez es más difícil conseguir material: "Los negocios de lana de toda la vida han cerrado".

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