Descartan cualquier tipo de peligro ante la caída de un satélite espía en la Tierra

  • El artefacto entrará en la atmósfera entre finales de febrero y comienzos de marzo.
  • El satélite se desintegrará al entrar en la atmósfera.
  • la probabilidad de que el satélite o alguno de sus trozos caiga en zonas pobladas es mínima.
Satélite espía de EE UU. (ARCHIVO)
Satélite espía de EE UU. (ARCHIVO)
20MINUTOS.ES
Satélite espía de EE UU. (ARCHIVO)

Las autoridades estadounidenses descartaron este lunes la posibilidad de que la caída del satélite espía L-21 de EEUU, lanzado en 2006, represente un peligro para zonas pobladas de la Tierra. El portavoz del Pentágono, Bryan Whitman, indicó que el artefacto entrará en la atmósfera entre finales de febrero y comienzos de marzo.

Gordon Johndroe, portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, indicó a los periodistas que el satélite se desintegrará y que si los trozos logran sobrevivir el intenso calor del reingreso en la atmósfera, la mayor parte se precipitará en los océanos.

"Dado que el 75 por ciento de la Tierra está cubierto por el agua y que gran parte del territorio está deshabitado, la probabilidad de que este satélite o alguno de sus trozos caiga en zonas pobladas es muy mínima", indicó Johndre.

Combustible a bordo

Whitman recordó que desde hace 50 años han reingresado en la atmósfera terrestre alrededor de 17.000 objetos creados por el hombre y que ninguno de ellos ha causado algún problema grave. Ocasionalmente han logrado pasar la atmósfera los restos de naves mucho más grandes, como el tanque de combustible de un cohete Delta II de 255 kilogramos que cayó en 1997 en una granja de Texas en 1997.

El L-21 es mucho más pequeño y probablemente se desintegre totalmente en su colisión molecular con la atmósfera, según los científicos. Según fuentes militares, el satélite conocido como L-21, fue puesto en órbita desde la base Vandenberg de la Fuerza Aérea en 2006.

Su órbita ha caído más de 70 kilómetros y ahora se encuentra girando a una distancia de 270 kilómetros del planeta. Según astrónomos europeos y estadounidenses, esa caída se está acelerando a una media de unos 8 kilómetros diarios. La preocupación mayor por la suerte que corran los restos del satélite reside en el hecho de que nunca funcionó y que todavía lleva a bordo combustible de cohetes que se habría utilizado para cambiar su trayectoria espacial.

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