Los niños en riesgo de pobreza recuperan la sonrisa: refuerzo educativo y una comida "saludable" al día

Un niño juega con un aro.
Un niño juega con un aro.
JORGE PARÍS
Un niño juega con un aro.

La crisis económica y social que ha vivido España en los últimos años ha tenido entre los más afectados a los niños. En el caso de Madrid, el porcentaje de menores que vivien en riesgo de pobreza ha aumentado en casi cuatro puntos en solo tres años (entre 2013 y 2016). Según datos publicados en un informe de la Unviersidad Complutense, el 16,92% de las familias con niños y niñas a cargo de la región se encontraban en esta situación en 2016, frente al 13,1% de 2013.

El fenómeno se localiza en Madrid en la periferia de la ciudad, sobre todo en la zona sureste de la capital aunque también se detectan "bolsas de pobreza" en la zona centro, y en "ciudades dormitorio" de la región. La Cañada Real es el ejemplo de zona en la que ha sido y es necesaria aún la intervención social para abordar situaciones de pobreza y exclusión de población infantil.

Esto se confirma si acudimos a los datos del Ayuntamiento de Madrid, que sitúa los distritos de Puente de Vallecas, Villaverde y Usera como los que menor renta por hogar tienen. Se convierten por tanto en los más vulnerables y es en ellos donde se debe colocar el foco.

Todo esto, tal como expresa Unicef en un reciente documento, sitúa a la Comunidad de Madrid como la que tiene más desigualdad infantil de toda España. Según ellos, el 20% de los niños más ricos tiene diez veces más recursos económicos que el 20% de los niños más pobres.

Influye también el tipo de hogar que miremos. Los hogares monoparentales alcanzan un 24,3% y aquellos que tienen tres o más menores dependientes rozan el 29%. Eso sí, el conjunto de la Comunidad se mantiene por debajo de la media española (20,7%).

Los expertos inciden en que la situación de pobreza infantil debe empezar a combatirse, sobre todo, garantizando acciones de refuerzo educativo, unido a una perspectiva "integral" y "coordinada" entre el colegio, las instituciones y las entidades sociales que actúan sobre la familia afectada.

Solidaridad para combatir la pobreza

Con una pelota, un hula hop y una lona es suficiente. Eso es todo lo que necesitan los niños y niñas  para ser felices, alejados de videojuegos, ordenadores y demás lujos que se han apoderado de la infancia de hoy en día. Bajo el sol de Vallecas, 32 menores cuyas familias se encuentran en situación de vulnerabilidad gritan y disfrutan, recuperando la sonrisa que nos trae siempre el verano.

La ONG Save the Children celebra por undécimo año consecutivo sus campamentos estivales, que se reparten en distintas zonas de Madrid. Forman parte de un programa que se realiza durante todo el año, en invierno con refuerzo escolar y en verano con este tipo de actividades. Además, a las familias se les da una ayuda económica que ha de ser destinada al cuidado de los hijos.

Los niños acuden al campamento por la mañana, desde las 9.00 horas hasta las 15.00 y reciben "una comida saludable". La coordinadora, Ester Pereiro, reconoce que en 2018 se han encontrado un gran grupo. "Estamos contentos, pero es cierto que normalmente los menores vienen de familias sin normas ni límites, y arrastran conflictos que nosotros tenemos que ayudar a corregir", explica a 20minutos.

En función de por dónde nos movamos, los perfiles de las familias cambian. "En Vallecas tenemos sobre todo población inmigrante, pero sí se nota que también hay una presencia importante de españoles", esgrime Pereiro, para añadir que lo que intentan desde la organización es trabajar "las habilidades sociales".

"Una realidad muy difícil"

Por regla general, se trata de niños que han pasado por situaciones complejas y que no tienen ningún tipo de estabilidad: "Solo han conocido la realidad tan difícil en la que viven y adquieren una serie de vicios". Los cambios de vivienda, casi siempre okupadas, la mala situación económica o los enfrentamientos entre los progenitores generan problemas en los menores.

El proceso para acceder al campamento es muy concreto: se trata de casos derivados de servicios sociales. "A medida que vamos trabajando con ellos sí que vemos evolución, pero hay ciertos casos que necesitan algo más de tiempo. Los cambios a mejor los notamos a partir de los dos años de tratarles", sostiene Pereiro.

Los menores de entre seis y 18 años que acuden a las actividades son de perfiles muy diferentes y tienen necesidades diversas, pero hay una circunstancia irrebatible: "Es mucho más sencillo ir corrigiendo los malos hábitos de los pequeños". Y es que la adolescencia se plantea como una barrera a superar. Ester Pereiro asume que a medida que el entorno cambia, muchos deciden abandonar el programa: "Prefieren quedarse con sus amigos en la calle, aunque las compañías no sean las mejores".

Esto provoca que haya casos de éxito pero "por supuesto se dan fracasos". La ONG desvela que hay muchas familias "que no ayudan" a que sus hijos e hijas salgan adelante. "Si ellos no quieren que haya resultados, nosotros poco podemos hacer", dicen.

Parte positiva

A pesar de todos los retos que tienen que asumir, desde Save the Children creen que su trabajo tiene muchos puntos positivos. "Somos felices haciendo lo que hacemos porque notamos que nuestra labor sirve para algo", concluye Pereiro. ¿Qué es lo mejor de todo? No dudan: "Ver a las familias valorar los avances de sus hijos".

Aunque no todas las familias se implican por igual (de hecho a algunas se les ha retirado la ayuda), el enfoque es siempre hacia los niños. Cuando se les pregunta por si estos son conscientes de la situación que viven, Ester Pereiro titubea: "No sé si son conscientes o no, lo que sí puedo decir es que no conocen otra vida. Eso es lo que tenemos que cambiar. Tienen que tener oportunidades", sentencia.

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