Maestro de los volúmenes, del juego con el vacío y los silencios, Jorge Oteiza (Orio, 1908 - San Sebastián, 2003) huyó siempre de toda catalogación. Sin embargo, tres lustros después de su muerte la fundación que lleva su nombre y el Museo Reina Sofía presentan el libro Oteiza. Catálogo razonado de escultura (2016), una obra fundamental para entender y conocer al artista.
Publicado en 2016, aunque de nuevo de plena actualidad por su reciente presentación en el museo madrileño, y editado en dos volúmenes y en tres versiones (castellano, euskera e inglés), se trata de un catálogo esencial para cualquier estudioso del escultor vasco que propone una revisión crítica de su obra, concretamente, registra y analiza 2.752 piezas de diversas colecciones públicas y privadas.
Por supuesto, entre las obras revisadas se encuentran las pertenecientes al Reina Sofía que ocupan un lugar privilegiado y determinante dentro de la Colección 2. ¿La guerra ha terminado? Arte en un mundo dividido (1945-1968).
El libro es obra de Txomin Badiola (Bilbao, 1957), uno de los mayores expertos en la obra de Oteiza. En 1988 fue comisario de la exposición Oteiza. Propósito Experimental, primera antológica del escultor, que se mostró en Madrid, Barcelona y Bilbao. Fue también comisario junto a Margit Rowell de la muestra Oteiza. Mito y Modernidad, que se organizó en el Guggenheim de Bilbao (2004) y que al año siguiente pudo verse en su sede de Nueva York y también en el Reina Sofía.
Creador fundamental del siglo XX, sus esculturas parten del estudio de la relación entre el volumen y el espacio iniciada por las primeras vanguardias, al tiempo que comparte con otros artistas una especial sensibilidad hacia lo abstracto, lo espiritual y lo humanista.
Inició su carrera artística en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid donde daría vida a sus primeras esculturas influidas por Jacob Epstein, Dimitry Tsaplin y Alberto Sánchez. Entre sus obras más relevantes se encuentran el conjunto realizado para la Basílica de Aránzazu o sus Cajas vacías. En 1957 recibía el Premio Internacional de Escultura en la IV Bienal de Sao Paulo. Durante los 60 y 70 Oteiza investiga la lengua vasca y las manifestaciones populares de su pueblo, para regresar a la escultura a partir de los años 70.
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