El presidente catalán, Carles Puigdemont, pronunció este martes las palabras más esperadas por el independentismo para, acto seguido, verter un jarro de agua fría sobre los secesionistas durante su comparecencia en el pleno de la Cámara catalana.

Una intervención con pretensiones de histórica que duró 29 minutos exactos y que se resume en una sola idea: simulación de desconexión el 10-O, tras el simulacro de referéndum del 1-O.

"Asumo el mandato del pueblo para que Catalunya se convierta en un estado independiente en forma de república", proclamó el jefe del Govern para, acto seguido, solicitar al Parlament la suspensión inmediata de la independencia recién conquistada: "Con la misma solemnidad el Govern y yo proponemos que el Parlament suspenda los efectos de la declaración de independencia para que en las próximas semanas se emprenda el diálogo", añadió.

El esperado discurso de Carles Puigdemont evidenció las tensiones que se viven en el seno del separatismo catalán. De hecho, la sesión parlamentaria–convocada para las seis de la tarde– tuvo que retrasarse una hora a petición del president. No hubo versión oficial de la causa de la demora, pero la oficiosa la achacaba a la negativa de la CUP a aceptar un texto de independencia demasiado descafeinado. Mientras, los antiguos convergentes forzaban a Junts pel Sí a no dar el salto definitivo al abismo.

La expectación era máxima en el hemiciclo y fuera de él –había 30.000 personas en el exterior convocadas por ANC y Ómnium– cuando Puigdemont subió a la tribuna para tomar la palabra dos minutos antes de las siete y cuarto de la tarde.

"Estamos aquí porque en el 1-O se celebró el referéndum de autodeterminación y se hizo en condiciones más que difíciles, extremas. Es la primera vez en la historia de las democracias europeas en que una jornada electoral se desarrolla en medio de violentos ataques policiales contra votantes", arrancó Puigdemont, que hizo un repaso por los últimos acontecimientos vividos en Cataluña. Incluido el fallido proyecto del Estatut, que calificó de una "humillación".

Puigdemont conjugó varias veces durante su discurso el verbo "dialogar", llamó a los no nacionalistas a la "serenidad" y aseguró que Cataluña se había "ganado el derecho a ser un estado independiente".

Todo al mismo tiempo. Semejante alocución no daba pistas sobre sus intenciones definitivas, que se precipitaron al renunciar de forma evidente a una declaración unilateral de independencia. En su lugar, la enmascaró bajo una formulación que quedó suspendida de inmediato.

Las palabras de Puigdemont fueron jaleadas por su grupo parlamentario (Junts pel Sí), pero ninguno de los 10 diputados de la CUP aplaudieron la intervención del president.

Tampoco convenció entre la ciudadanía agolpada en las inmediaciones, que comenzó a dispersarse entre evidentes signos de decepción. El pleno llamado a ser histórico se cerró con la firma de una declaración light de compromiso con la república.

Junts pel Sí intentó calmar el enfado monumental de la CUP escenificando -ya fuera del hemiciclo- la firma de un documento en el que los firmantes (diputados separatistas todos) se comprometían con la república catalana independiente, ya en vigor para ellos.

El texto, sin efecto jurídico, supone en la práctica una forma de tranquilizar a los anticapitalistas y evitar que retiren su apoyo al Govern, lo que obligaría a convocar elecciones.