Del abstencionismo a la participación

La salida a la calle en masa de los gallegos en 1977 para reivindicar una autonomía para Galicia, reclamando lo que no pudo ser a causa de la guerra civil, apenas tuvo la repercusión esperada en las urnas cuando fue sometido a referéndum el Estatuto de Autonomía en diciembre de 1980: tan sólo votaron el 28,3% de los gallegos (con un 71,7% de abstención es hasta ahora el mayor récord en nuestra historia).
Este referéndum mostró la escasa sensibilidad que este tema suscitaba hace 25 años en la sociedad gallega, siendo más bien una reivindicación sentimental limitada a los sectores ilustrados de las clases medias urbanas (la participación fue algo más alta en las provincias de Coruña, 32,1% y de Pontevedra, 31,7%). Por otro lado, la escasa participación en las elecciones (del tipo que fueran), siempre mucho más baja que en el resto de España, mostró el escaso interés de los gallegos por la política y la gran preferencia de los pocos votantes por el voto conservador representado por los partidos estatales. Galicia ofreció desde la transición y durante muchos años la foto de un país apático, tradicionalista y alejado de la dinámica política del resto de España.

Ejemplo claro de ese alejamiento fueron las generales de 1982: a contracorriente de la fuerte movilización que llevó al PSOE a ganar de forma arrolladora los comicios (48,1% de los votos) con un 80% de participación, en Galicia sólo fueron a votar el 63,7% de los electores y el 55,3% de los votos fueron para AP + UCD (en las generales del 82 UCD cayó hasta el 6,8% de los votos y prácticamente desapareció a escala estatal, pero en Galicia obtuvo el 17,7%).

La marginación electoral de Galicia, caracterizada por una abstención altísima, se ha ido, no obstante, reduciendo con el paso del tiempo hasta aproximarse sus índices de participación cada vez más a la media española (ver gráfico). En este sentido su evolución también ha sido anómala, ya que el aumento de la participación de los gallegos ha ido en paralelo al aumento de las tendencias abstencionistas en el resto. El interés por la política ha experimentado un lento y profundo cambio en Galicia en los últimos 25 años. Los gallegos han considerado hasta ahora las autonómicas unas elecciones de tercer orden, acudiendo menos electores a votar que en las municipales o las generales. A pesar de ello, la participación evolucionó también progresivamente al alza desde 1981 hasta 1997, decayendo otra vez en 2001 (hablamos de la participación de los gallegos en Galicia). Desde 1993 la horquilla de votantes en las autonómicas se ha situado entre el 66% en 1993 y 1997 y el 64% en 2001 (estos índices bajan unos 4 puntos si se incluye también a los gallegos en el extranjero, ahora 305.000 electores, de los cuales sólo vota uno de cada cuatro). La presión de cambio que parece manifestarse en estas elecciones induce a pensar que la participación podría superar ligeramente a la más alta registrada hasta ahora (66,15%, en las autonómicas de 93, siempre excluyendo el voto del extranjero). Una participación más alta, que provendría de las ciudades, sería sobre todo favorable al PSOE y al BNG.

Mañana: La hegemonía del voto conservador en Galicia

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