A pesar de que hay unos 5.000 casos de hiperactividad en la ciudad (un 8% de todos los niños), y unos 27.000 en toda la provincia, a estos escolares se les sigue tomando por revoltosos, impulsivos, indisciplinados e incluso agresivos.
Según fuentes de la Asociación de ayuda para padres del niño con trastorno por déficit de atención e hiperactividad de Alicante (ADAPTAHA), se trata de chavales que engrosan las listas del «fracaso escolar», y un diagnóstico precoz «podría evitar problemas».
El principal escollo es que «los chavales se aburren en clase, no entienden nada y molestan a sus compañeros». Entonces, en vez de ayudarles, les echan de clase, y los niños «lo que quieren es salir de allí».
Al parecer, según fuentes de ADAPTAHA, hay dos perfiles de niños con déficit de atención: los que se vuelven revoltosos y molestan y los callados, que pasan inadvertidos y es más difícil ayudarles.
Ambos casos no tienen cura, aunque mejoran con la edad y gracias a los psicoestimulantes, que activan su cerebro y les ayudan a estudiar.
Uno de los hijos de Mar Monje es hiperactivo. Ella no sabía muy bien qué le ocurría, porque el niño era «nervioso, maleducado, borde... y además decía que su cabeza se lo mandaba».
Recurrieron a la ayuda de profesionales y, aunque el problema le llevó a dejar los estudios tras la ESO, salió adelante en el mercado laboral.
Puede ser genético
A pesar de que no está demostrado científicamente, el déficit de atención es un trastorno que se transmite de padres a hijos. Según la experiencia que tienen en la Asociación de ayuda (ADAPTAHA), nunca a llegado un caso en el que los padres no recuerden haber tenido «los mismos problemas de atención que sus hijos». A los niños se les hacen también pruebas neurológicas, pues puede ser síntoma de una enfermedad más grave.
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