Concepción está presa en Alcalá-Meco. La quieren trasladar a una cárcel de Córdoba y le atormenta la idea de alejarse más de sus cinco hijos. Pero, ayer, durante dos horas consiguió «quitarse de la mente los problemas», gracias a la visita del Circo Mundial al módulo de mujeres.
Cerca de 500 presas sintieron, igual que Concepción, un «alivio en la condena» mientras reían con los payasos, se asombraban con los elefantes y aplaudían a los bailarines de break-dance.
Antonia, de 44 años y en prisión preventiva, estaba emocionada. Mientras veía el espectáculo de los motoristas se sentía más cerca de la calle que de su celda: «Me han alegrado el día. Parece que estoy en libertad». Su cara derrochaba satisfacción. Ya no recordaba que un juez tiene que decidir sobre su futuro.
Como niñas
La mayoría de ellas cumplen condena por asuntos de drogas. Pero durante la función no parecían delincuentes. Se sentían como niñas. «Es la primera vez que veo el circo. Me da nostalgia porque no puedo verlo con mis hijos. Espero salir pronto y llevarlos», dijo Erica, con lágrimas en los ojos. Del llanto pasó a la risa, después de que su amiga Teide le diera un aliento de esperanza: «Esto nos debe hacer pensar que fuera nos están esperando muchas cosas».
Después del espectáculo tocaba recuento de presas, y vuelta al encierro, pero su cara ya era otra. «Ha sido un día muy especial», sonrió Isabel, de 42 años. Le queda uno de condena.
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