Gillian Anderson, mundialmente conocida por su papel de Dana Scully en Expediente X, ha hablado abiertamente sobre la dura batalla que libró contra la depresión en una entrevista concedida a The Guardian. "Hubo un tiempo en el que estaba muy mal, no quería salir de casa", explicaba sin mencionar directamente la enfermedad.

Su personalidad adictiva, tal y como ella misma relata, desencadenó en una larga lucha que comenzó desde muy temprana edad. Por ello, y después de haber acudido a terapia desde que tenía 14 años, Anderson da consejos en el libro que acaba de publicar, We: A Manifesto for Women Everywhere, en el que cuenta sus memorias desde los 14 años y repasa algunos episodios en los que los problemas mentales tomaron el control de la situación y se apoderaron de ella, aislándola del mundo.

A pesar de que en ningún momento pone nombres y apellidos a las adicciones de las que habla, sí admite que se alargaron más allá de su adolescencia y que en la meditación encontró la llave para superar sus problemas de autoestima y de imagen corporal. "Cuando medito, veo más allá de lo físico y aprendes a disfrutar al máximo. Cuando llegas a ese punto te das cuenta de que lo físico no lo es todo y lo único que realmente importa es nuestra paz mental y cómo reaccionamos a las cosas".

Durante la entrevista, trata todo tipo de temas, como si envejecer en una industria y un sector que favorece a los jóvenes le quita el sueño: "Llegará un momento en el que tome la decisión de dejarme canas, porque es ridículo dejarse el pelo rubio a los 60". "Cuando te vuelves mayor los papeles van cambiando", añade. Y de su pasión por ponerse tras las cámaras para digidir. "Tal vez cuando los niños terminen la universidad puedo hacerlo".