Además, los menores que son violentos con sus progenitores tienen problemas a la hora de establecer afectos, y no temen los castigos. Esta actitud provoca que cada vez tengan «mayor capacidad para llevar a cabo estos hechos sin recibir sanciones», según explica Vicente Garrido.
Este especialista no considera que haya nacido una generación genéticamente más predispuesta a la violencia. «Lo que ha cambiado es la inhibición», matiza. «Hace 20 años no podías levantarle la voz a tu madre –dice–, y ahora eso no tiene importancia».
Colegios que se blindan
Estas agresiones también afectan cada vez más a los profesores, sobre todo en los institutos. Por ello, la Conselleria de Educación ha obligado a todos los centros a elaborar un plan de convivencia, y ha tomado medidas para reforzar su autoridad en el aula.
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«Hay padres que no saben educar»
El problema de los límites en la educación de los hijos ha desembocado en la actitud que hoy en día tienen muchos adolescentes. Así lo piensa el director del Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia, José Sanmartín. No se trata de que «hayan sido autoritarios», sino más bien «negligentes y permisivos, al pensar que era mejor no poner límites a la conducta de su hijo». A ello hay que añadir que ocho de cada 10 estudiantes entre los 12 y 16 años ha presenciado algún acto de violencia en la escuela.
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