Tenemos una casa en propiedad y queremos venderla. En una situación como ésta hay que cuidar cualquier detalle hasta el extremo, para evitar que los compradores puedan perder interés.

El aspecto exterior de la casa es algo a lo que hay que prestar atención. Muchos interesados pasarán con su coche por delante de la finca, la compararán con las de alrededor y se harán así una idea general. No podemos cambiar el paisaje, pero sí cuidar la primera impresión que ofrece desde la calle. No importa cuántas maravillas tenga dentro; si por fuera no lo parece, muchos no se molestarán en entrar a ver la casa.

Reformas pendientes

No todo el mundo puede visualizar cómo quedará un inmueble después de que se reforme. No vale decir «pintaré esto» o «arreglaré lo otro». Las mejoras y reparaciones deben efectuarse antes de anunciar la casa.

Otro punto a tener en cuenta es el de la información. Si al mostrar la casa damos demasiados detalles al posible comprador, sólo conseguiremos agobiarlo. Es un grave error tratar de transmitir en pocos minutos lo que nos ha costado años saber de los pros y los contras de nuestra vivienda. Demasiados datos provocan confusión y, en ese estado mental, nadie tomará una decisión tan importante como la compra de un inmueble.

Muchas preguntas

Una persona que vea nuestra casa con la intención de adquirirla hará muchas preguntas: dimensiones y especificaciones técnicas, qué servicios o equipamientos hay en el barrio... Si no podemos responder a estas cuestiones, es fácil que el comprador se inhiba y visite otras casas. Debemos anticiparnos a estas preguntas y transmitir al posible comprador la sensación de que la transacción es un proceso fácil y que él sólo tiene que decir que quiere comprar. Del resto nos encargaremos nosotros.