Comos todos los primeros de octubre, coincidiendo con la retirada de la marea, el estuario del Bidasoa se puebla de afanados recogedores de almejas, babosas, chirlas y mejillones, adonde acuden prestos con el propósito de llenar lo antes posible su depósito, informa el Diario Vasco .
Ayer en bajamar, a la hora punta, se llegaron a concentrar más de docientos. Dos horas antes de que comenzaran a descender por las rampas para emprender esta cansina labor, los mariscadores deambulaban por el paseo Bidasoa y aguardaban pacientemente que llegara su momento. Por delante tenían entre tres y cuatro horas para rescatar este preciado tesoro marino a costa de deslomarse.
«Es verdad que acabas con mucho dolor de espalda, pero vale la pena. Se te olvida todo por completo cuando llega el domingo y ves cómo los hijos disfrutan comiéndoselas. Entonces no te acuerdas del daño o las molestias que puedas tener», comenta uno de los mariscadores.
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