Bajo un sol de justicia que duró prácticamente toda la jornada del sábado, el campus de la Universidad Complutense de Madrid bailó, gritó y vibró con una nueva edición del festival Dcode.

Muy cerca de los tres escenarios que presidían el Complejo Deportivo Cantarranas (una inmensa explanada con apenas un par de sombras), los food trucks y los merenderos se llenaban de jóvenes padres que traían a sus hijos -en carrito o en hombros- para disfrutar del festival.

Estos padres primerizos tenían motivos de sobra para acudir al evento. Grupos como Love of Lesbian, León Benavente, Jimmy Eat World o el muy aplaudido Bunbury han formado parte de la banda sonora de sus vidas.

Entre las más de 16.000 personas (10.000 menos que la anterir edición) que acudieron al Dcode también había espacio para jóvenes alternativos que ven en el festival una referencia indie más -y quizá la última- del verano. Zara Larsson, Kodaline, Triángulo de Amor Bizarro o Belako congregaron a un aforo entregado que, probablemente, haya seguido a sus artistas a lo largo y ancho de la península en alguno de los otros festivales del verano.

La presencia femenina en el festival (con un porcentaje más alto de mujeres entre los artistas invitados más alta de lo normal en nuestro país) y la cuidada atención de la organización en controlar la generación de residuos -el lunes, las facultades anexas al complejo festivalero amanecieron sin un atisbo de basuras- puso el broche final a un Dcode hecho por y para disfrutar y echar de menos la época estival.