Tocaron canciones de Maná y Duncan Dhu, pero se atrevieron también con un bolero y con el mítico Llamando a las puertas del cielo, de Bob Dylan, y en inglés, por si fuera poco, aunque no pueden camuflar sus raíces flamencas.
Son todos autodidactas, llevan la música en la sangre y ensayan dos días a la semana, pero tienen sus dificultades. «Desde que empezamos, hace diez meses, algunos han obtenido la libertad, otros han recibido un traslado y hay que volver a acoplarse. De hecho, el teclado es un funcionario porque no había internos que tocaran el piano», confiesa Ángel, el coordinador de la actividad.
Los asistentes al espectáculo de ayer no escatimaron en aplausos, «y en los pasillos nos preguntan cuándo va a ser el próximo concierto –dicen–. Lo hacemos por nosotros... y por ellos».
Lo próximo: voces femeninas
Es una actividad que fomenta la creatividad y que, para los reclusos, supone un gran aprendizaje. Por el momento está siendo una experiencia muy positiva y en Instituciones Penitenciarias se están planteando la posibilidad de incluir voces femeninas de los módulos de mujeres dentro del grupo. Quién sabe si, en un futuro no muy lejano, puede haber hasta un disco.
Cuando bajo de cada escenario
Adil Kouara. 31 años, bajista y presentador.
«Estamos aprendiendo una de Bisbal»
«Elegimos las canciones entre todos. Las escuchamos y las sacamos de oído. Después nos las enseñamos unos a otros hasta que por fin nos sale bien. Tocamos de otros grupos, pero también hemos compuesto un tema propio, se llama Mi sufrir y habla de la soledad de la celda, de la amistad y de lo que echamos de menos a las chavalas que dejamos fuera. Ahora estamos aprendiendo una de Bisbal».
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