'Que no, que no me muero', un cómic sobre el cáncer que huye de las moralejas

  • Lupe es la protagonista de este cómic, formado por microhistorias y realizado por María Hernández y el dibujante Javi de Castro.
  • El título ha sido elegido porque sirve "para poner distancia" con aquellas personas que al oír la palabra cáncer solo piensan en "muerte", asegura Hernández.
  • El tono de humor negro, irónico, sarcástico y tierno de Lupe en sus distintas etapas de la enfermedad es una mezcla de lo vivido por Hernández y otras personas que también han padecido cáncer.

Lo que podría ser una frase cargada de intenciones ante el cáncer, "que no, que no me muero", se convierte también en el título e hilo conductor del cómic realizado por María Hernández y el dibujante Javi de Castro, una obra que huye de ser clasificada de autoayuda porque en ella no hay moralejas.

No existen porque, como dice Lupe, la protagonista, si se muere "no es el fin del mundo". Un mensaje directo elegido por la autora de la historia ya que en las microhistorias que componen Que no, que no me muero (Modernito Books) no tenía cabida la compasión, ni la implícita ni la explícita.

"No creía que fuera necesario, tenía ganas de contar estas historias y coincidió que el tema era el cáncer ya que yo estaba en medio de esa situación y las historias me cayeron encima. Pero no estoy haciendo campaña de ningún tipo, ni dando mensajes, ni consejos, ni testimonios de nada", matiza.

Eso sí, "que no, que no me muero" ha sido la frase tajante y rotunda elegida para el título porque, según Hernández, sirve "para poner distancia" con aquellas personas que al oír la palabra cáncer solo piensan en "muerte".

Así, el tono de humor negro, irónico, sarcástico y tierno que Lupe transmite en sus distintas etapas de la enfermedad ha llegado a estas páginas tras una singular mezcla de lo que vivió Hernández (Las Palmas, 1970) y lo que han vivido otras personas, de su entorno o no, que también han padecido o padecen cáncer.

"Yo escribo cuentos y elijo las historias en virtud del valor que tienen, no porque me hayan pasado, o no, a mí. Las historias que me han sucedido a mí las escojo porque me gustan, pero si le han pasado a otros, y tienen más valor, prefiero las suyas", destaca la escritora de otros libros como Vida Tinta (2008).

Precisamente, por ser una escritora que "nunca" antes se había enfrentado al doble lenguaje del cómic, Hernández tuvo "miedo" al empezar a trabajar  por tratarse de algo que no "controlaba".

Pero esta sensación desapareció cuando, al recibir los primeros dibujos en un correo electrónico procedente de León, ciudad de procedencia del ilustrador Javi de Castro, vio que sus historias iban a "mejorar". "Se produjo una extraña traducción (al lenguaje de viñetas) y salió una pieza que no era la mía, y a Javi le tocó la responsabilidad de mejorarla", destaca.

En este sentido, el leonés (1990) confiesa que, aunque ha sido "muy fácil" pasar a su lenguaje las palabras de Hernández, la complicación se ha centrado sobre todo en los capítulos en los que Lupe mantiene un "monólogo" con ella misma.

Y es que, De Castro, autor de otras obras como La Última aventura (Dibbuks) hace gala de una gran imaginación al darle una estética diferente a los 27 mini relatos de este cómic, 27 capítulos que empiezan por el llamado Árbol y terminan por Zoom, ya que la autora ha decidido que la cronología de su historia esté guiada por las letras del abecedario.

Aunque Que no, que no me muero iba a nacer como un "catálogo de impaciencias", las de Lupe ante su enfermedad, Hernández reconoce que al terminar la obra se dieron cuenta de que en realidad su protagonista tenía la paciencia "de un caballo".

La necesaria para soportar y no "matar", cuando peor te sientes, que llegue alguien, con toda su "buena intención", y te diga que lo mejor para el cáncer es el "zumo de zanahoria".

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