La construcción del paso sobre el Lagares mantiene a una buena parte de la parroquia de Santo Tomé de Freixeiro incomunicada y «obliga a dar grandes rodeos para ir al centro de la ciudad», asegura María Pérez. Ocurre lo mismo con los vecinos de Castrelos, que meses atrás hicieron públicas sus quejas. La situación afecta también a establecimientos y fábricas de la zona, que ven cómo se están resintiendo sus negocios.
Y es que la calle Pontillón permanece cerrada al tráfico por la construcción del puente. Sólo se permite circular a los vehículos que tengan acceso exclusivo a los garajes. Los desvíos establecidos son: Castrelos, subida a Costa e Laxe, Torres Quiroga, Pontenova, Fonsanta y Arquitecto Palacios. «Al menos podían dejarnos pasar a pie», solicita Marina Lago, una vecina de 80 años que tiene dificultades para caminar por la pasarela habilitada para peatones.
Aunque no hay confirmación oficial, todo apunta a que a finales de mes los trabajos habrán concluido.
Convivir con las obras
Pepi Martínez
Vecina afectada.
Después de nueve meses de obras, esta viguesa que vive en un inmueble situado junto al Puente del Pontillón comienza a desesperarse. «Esto es un auténtico suplicio, un coñazo», asegura. Al molesto ruido se le suma el polvo y, por tanto, la imposibilidad de abrir las ventanas. «Últimamente ya he desistido en el intento de mantener limpia mi casa, ya que es algo imposible», explica Pepi.
Manuel Baqueiro
Comerciante afectado.
Desde el mes de diciembre, fecha en que comenzaron las obras, el propietario de Recambios Dister (ubicado junto al Puente) recibe los pedidos mucho más tarde que antes. «El retraso nos está afectando mucho a los establecimientos que trabajamos en la zona», confirma. El corte al tráfico obliga a dar un importante rodeo para acceder a la zona del que «los clientes también se quejan», añade.
José Enrique Leirós
Trabaja en la zona.
José Enrique Leirós es uno de los pocos que consiguen verle el lado positivo al retraso en las obras, ya que estando cortado el puente puede utilizar la carretera como zona de aparcamiento, «lo cual facilita mucho cargar y descargar mercancía en el almacén», explica entre risas. Aun así, asegura estar cansado de la demora. «Prometieron que estaría listo en cuatro meses y ya llevan nueve».
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