Tres siglos y medio después de muerto, Diego Velázquez sigue siendo el gran embajador de España en el mundo. En 2015 subyugó a Francia —un país en el que, por una de esas paradojas que se dan cuando el arte resulta manchado por las políticas basadas en el localismo, nunca fue demasiado conocido— con una exposición deslumbrante en París, una de las mejores de la temporada.

El próximo verano le toca a otra de las metrópolis clave del europeísmo, Berlín. La capital alemana acaba de anunciar con gran dignidad El Siglo de Oro. Die Ära Velázquez, una muestra con título bilingüe (El Siglo de Oro. La época de Velázquez). La exposición, con 150 piezas, entre ellas grandes cesiones y préstamos de 64 colecciones públicas y privadas de Europa y los EE UU, se celebrará en la Gemäldegalerie berlinesa, una de las pinacotecas estrella del entramado de museos públicos de la ciudad, entre el uno de julio y el 30 de octubre.

En la presentación a la prensa,  María López-Fanjul, comisaria de la muestra junto a Roberto Contini, explicó el objetivo de la muestra:  "Lo que queremos es mostrar a lo largo de todo el siglo XVII, incluso los últimos veinte años del XVI, lo que fue la historia del arte en España, en pintura y en escultura, y no solamente en los centros más conocidos, como son Madrid y Sevilla, o con los artistas más conocidos como son Velázquez, Murillo y El Greco".

El director general de los Museos Estatales de Berlín, Michael Eissenhauer, se mostró exultante porque se trata de uno de los eventos artísticos de más calado del año en la ciudad, donde nunca se había organizado una muestra temática en torno a la Edad de Oro española, una época que calificó como "excepcional y sorprendente" para el arte del continente.

No se trata solamente de exponer obras de sobrecogedora belleza, sino "contar lo que fue la España del momento", precisó López-Fanjul. El "uso propagandístico" del arte para formar la imagen de Felipe IV, el llamado Rey Planeta, con poder supremo sobre España, Portugal, Nápoles, Sicilia, Cerdeña, Milán, los Países Bajos, Borgoña y las colonias de ultramar, y para servir como "instrumento de la contrarreforma", la respuesta de la iglesia romana a las tesis protestantes luteranas.

La gran desconocida de las obras presentadas es el Descenso de Cristo a los infiernos, un poderoso óleo barroco —"extraño y maravilloso", según los organizadores— datado en torno a 1640 donde Alonso Cano, fundador de la escuela pictórica de Granada y compañero de estudios y amigo personal de Velázquez, muestra cómo Jesús, según la tradición católica, bajó al mundo de los condenados para dar cuenta de su gloria y poder y ofrecer esperanza a las almas que esperan en el purgatorio.

Cuatro años después de pintar el lienzo, que ahora es propiedad del LACMA de Los Ángeles (EE UU) y fue encargado en origen por el poderoso Conde Duque de Olivares, el hombre con más poder en España tras el rey, Cano fue apresado, torturado y juzgado bajo la acusación de haber asesinado a su esposa. El pintor fue liberado sin pruebas fehacientes que le incriminaran en el crimen, pero nunca volvió a ser el mismo y se refugió en las hermandades católicas y los conventos.

Otros cuadros que llegan de museos lejanos son una naturaleza muerta espléndida de Juan Sánchez Cotán, del Art Institute of Chicago, y San Martín y el mendigo, una de las obras mayores de El Greco, que llega en préstamo de National Gallery of Art de Washington y fue pintada por el maestro a finales del siglo XVII para la capilla toledana de San José.

De las obras básicas de Velázquez destacan Marte, un cuadro de proporciones reales donde el pintor saca provecho de su genio para crear atmósferas a través de la luz, y El bufón Don Diego de Acedo, uno de los retratos de enanos y "hombres de placer", como eran llamados en la corte, en los que el artista ensayó con la expresividad de los rostros. Ambas piezas son cesiones del Prado.

Como ejemplo de la crisis de confianza y el ascenso del pesimismo que hicieron del Siglo de Oro una época de gran creatividad, pero teñida siempre de melancolía y muerte —una idea expuesta con genio en la muestra Tiempos de melancolía. Creación y desengaño en la España del Siglo de Oro, celebrada en Valladolid en 2015—, en Berlín podrá verse el espléndido y tenebroso paso de Semana Santa del escultor Gregorio Fernández, uno de los mejores escultores procesionales del barroco español.

En el conjunto de cinco esculturas a tamaño natural, que se conservan en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid y se sacan a las calles de la ciudad en Semana Santa, Cristo carga la cruz a cuestas custodiado por dos soldados y seguido por un verdugo mientras la Magdalena le sale al encuentro.

Como contrapartida por la colaboración de la Fundación La Caixa en la exposición, los museos de Berlín cederán a la institución bancaria 45 pinturas de 29 maestros italianos del siglo XVII, entre ellos Giovanni Battista Tiepolo, Il Canaletto, Antonio Diziani y Francesco Guardi. Serán expuestos en el CaixaForum de Zaragoza del 3 de junio al 13 de noviembre.