Poco antes de que el romanticismo alemán construyera un imaginario de lunas sangrientas, brumas y soledad, el artista berlinés Franz Ludwig Catel (1778 -1856) pobló la imaginación de sus paisanos con panoramas dilatados y resplandecientes de luz que pintó del natural en el país en el que residió buena parte de su vida, la mediterránea Italia. Una retrospectiva intenta demostrar que los ideales de la atmósfera austral "libre de preocupaciones" que aún perviven en la actualidad entre los alemanes tienen mucho que ver con la obra de este poco conocido paisajista.
Franz Ludwig Catel - Italienbilder der Romantik (Imágenes de la Italia romántica) es la primera muestra con intención casi integral sobre Catel, uno de los pintores más populares de su época pese a que estudió en París y luego se trasladó a Italia, donde Roma y Nápoles lo cautivaron con tal intensidad que apenas regresó a Alemania para negociar encargos de la nobleza y resolver algún asunto personal. La muestra está abierta en la Hamburger Kunsthalle hasta el 31 de enero.
El príncipe en la taberna española
Con 200 obras en exposición —nunca antes se habían reunido tantas piezas de Catel y de todas las etapas del artista—, la retrospectiva presenta la excelencia del berlinés en los paisajes y las escenas pintorescas que tan exóticas parecían a sus compatriotas. Es fácil imaginar el efecto cegador que cuadros llenos de hedonismo como Kronprinz Ludwig in der spanischen Weinschänke zu Rom (El príncipe coronado Ludwig en la taberna española de Roma, 1824) —con el futuro rey Luis I de Baviera totalmente borracho en una reunión de taberna— causaban en la imaginación germana, marcada por la escasez de luz y el recogimiento.
Catel, que empezó como ilustrador, grabador y acuarelista en Berlín, sintió la llamada del sur en 1807. Estudió óleo en la capital francesa y cinco años más tarde se trasladó a Roma, sede de una pequeña colonia de pintores alemanes con la misma pasión por la cultura clásica y la sensibilidad epicúrea de Italia. En la ciudad murió y fue enterrado, sin añorar nunca Alemania, pese a que en el país era considerado el mejor paisajista de su generación y, con el tiempo, ganó reconocimiento como inspirador de los grandes románticos místicos, entre ellos Caspar David Friedrich.
'Tierra de anhelo'
En las obras expuestas en Hamburgo hay óleos de atmófera poderosa como el primer plano del volcán Vesubio en plena explosión y paisajes marinos de la Costa Amalfitana. En la pinacoteca sugieren que la dilatación celeste y la luminosidad deslumbrante de estas escenas "siguen dando forma a nuestra visión del sur de Italia" en la actualidad, considerada todavía como "una tierra de anhelo, asociada a la cultura de la antigüedad, a un sentido de atemporalidad y una existencia libre de preocupaciones".
Para montar la retrospectiva, los organizadores han solicitado préstamos a medio centenar de colecciones públicas y privadas de varios países, dado que la producción de Catel está muy diseminada y hasta hace poco era una "gran desconocida" incluso en ámbitos académicos.
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