El romanticismo, una revolución de silenciosa soledad, lunas sangrientas, brumas y espectros

  • 'Los mundos del romanticismo' muestra como la escuela de la contemplación, la intimidad, la espiritualidad y la tendencia al infinito fue también existencial.
  • Más de 170 obras de, entre otros, Friedrich, Goya —de quien el Museo del Prado cede 'El Coloso'—, y Füssli, recuerdan a los artistas del crepúsculo cósmico.
  • Advertían que la 'clara luz del día' del racionalismo y la ilustración ocultaba formas de alienación y atrocidad para los seres humanos.
'Construyendo el Puente del Diablo', del romántico Carl Blechen
'Construyendo el Puente del Diablo', del romántico Carl Blechen
bpk | Bayerische Staatsgemäldesammlungen, München
'Construyendo el Puente del Diablo', del romántico Carl Blechen

Salpicados por la amplia bibliografía de Johann Wolfgang von Goethe—literato y científico tras cuya taciturna mirada se escondían radiantes joyas como la teoría de los colores: "un único color excita, mediante una sensación específica, la tendencia a la universalidad"— es posible encontrar todos los mandamientos del romanticismo, el movimiento basado en valores profundos como la contemplación, la intimidad, la espiritualidad y la tendencia al infinito.

Unas cuantas citas del alemán, de quien se dijo que fue "el último verdadero hombre universal que caminó sobre la tierra", bastan para saber qué buscaban los románticos de los siglos XVIII y XIX, que sentían profanada la humanidad por el ascenso del racionalismo: "apenas se habla y ya se está uno equivocando", "cerrad vuestros corazones con más cuidado que vuestras puertas", "¿cuál es tu deber? La exigencia del día", "de la más alta euforia a la más profunda aflicción"... Una última, que acaso las contiene a todas: "en cualquier ser siento al hombre, al dios, al gusano, al loco, al humano eternamente parecido a mí".

La naturaleza, fuente primordial

Ni una gota de fascinante aroma ha perdido el perfume romántico, uno de los movimientos más revolucionarios y perdurables de la historia. Incluso es posible afirmar que hoy, cuando la esencia del humanismo se diluye en una estructura líquida e inaprensible, el romanticismo es una respuesta rebelde. Frente al racionalismo, la virtud y el clasicismo, la pasión, lo imaginario, el desorden, la exaltación casi irracional, el color, la pincelada y el culto mitológico, la naturaleza como fuerza primordial de transformación, la sensualidad, el hedonismo...

Inagotable artísticamente, el movimiento vuelve en la exposición Weltem der Romantik (Los mundos del Romanticismo), una antología de pintura y dibujo que se celebra en una de las cunas del movimiento, Viena, la capital de Austria, eje pivotal junto con Alemania de los creadores que rechazaban de plano una "época estéril", como escribió el poeta Hölderlin, para aspirar "a los campos verdes de la vida y al cielo del entusiasmo". La muestra acaba de ser inaugurada en el museo Albertina y estará en cartel hasta el 21 de febrero de 2016.

Silenciosa soledad

Los 170 pinturas y dibujos que ha reunido la pinacoteca pública más importante del país y una de las más notables de Centroeuropa está basada en el "crepúsculo cósmico y existencial" por el que optaron los románticos para enfrentarse a la "clara luz del día" de la Ilustración y el Neoclasicismo. Revolucionarios pero desde una silenciosa soledad de lunas sangrientas, brumas y espectros, los románticos interpretaban el mundo y la vida desde los sentimientos.

Deseaban descifrar en el misticismo de los paisajes los "profundos enigmas humanos" en la representación de "oscuras metáforas de la alienación personal y de la civilización": tenebrosos barrancos, horizontes rojizos y feroces tormentas marinas que presagiaban naufragios. El más radical de los artistas del movimiento, Caspar David Friedrich, de quien se exhiben varios óleos y algunos poco conocidos dibujos, resumía con llaneza las pretensiones del estilo: "Un pintor no debe pintar lo que tiene ante los ojos, sino también lo que ve en su interior".

El 'lado oscuro de la existencia'

Otras piezas de Weltem der Romantik, como las del precursor del simbolismo Johann Heinrich Füssli y Francisco de Goya —de quien se muestra la visión apocalíptica de El Coloso, tela cedida por el Museo del Prado— son exploraciones directas del "lado oscuro de la existencia humana", demostrando que los románticos no se limitaban a la contemplación extasiada de la naturaleza, sino que se aventuraban en "áreas previamente ocultas del alma humana para demostrar que lo extraño y misterioso es consustancial a la humanidad". Desde el Albertina y citando una de los títulos más conocidos de Goya, aseguran que el movimiento romántico estaba lanzando una advertencia social: "la razón ha abdicado y el sueño produce monstruos".

Se exhiben también obras de Friedrich Overbeck y Franz Pforr, fundadores en 1809  de la Lukasbund (Hermandad de San Lucas), escuela secesionista que aspiraba a ejecutar desnudos siguiendo los modelos "venerables de la pintura medieval"; Heinrich Friedrich Füger y Franz Caucig, quienes, al contrario, aspiraban a la "verdad de la naturaleza" también en los desnudos, que sólo podían ser alcanzados por la "representación fiel, sensible, natural y gestual" del cuerpo desnudo;  Carl Blechen y Karl Friedrich Schinkel, que preferían temas arquitectónicos, con preferencia por el encanto poético de las ruinas, y Philipp Otto Runge, que se especializó en paisajes.

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