Conmemoran el 150 aniversario de Waldmüller, el pintor de la 'verdad absoluta' de la naturaleza

  • Recuerdan al más brillante pintor austriaco del siglo XIX, fallecido en 1865, hace siglo y medio, tras una prolífica carrrera como paisajista y retratista.
  • Era un vehemente defensor de que los cuadros debían estar 'pintados con aire y luz' y anticipó el estilo impresionista de unas décadas más tarde.
  • Ferdinan Georg Waldmüller exigió la abolición de las academias de arte, predicó la libertad creativa absoluta y se enfrentó al rigor que imperaba en su época.
La niña Julia Comtesse Apraxin retratada por Waldmüller
La niña Julia Comtesse Apraxin retratada por Waldmüller
© Belvedere, Wien
La niña Julia Comtesse Apraxin retratada por Waldmüller

Para Ferdinand Georg Waldmüller (1793-1865), el más importante pintor austriaco del siglo XIX, la única ley era la "verdad absoluta" que emanaba de la naturaleza. Anticipando con varias décadas de antelación los cánones del impresionismo —captar la sutileza olvidando la precisión—, el artista, de cuya muerte se cumplen ahora 150 años, afirmaba que los paisajes debían estar "pintados con aire y luz".

El siglo y medio del fallecimiento del artista es conmemorado con la antología Hommage an Ferdinand Georg Waldmüller (Homenaje a Ferdinand George Waldmüller), que está en cartel en el Museo Belvedere de Viena hasta el 26 de octubre, un recorrido por la trayectoria fértil y de búsqueda de nuevos caminos de un pintor que fue arrinconado hasta la entrada del siglo XX por su inicial vinculación con la escuela biedermeier, clasicista y conservadora, y sin tener en cuenta que formó parte de los renovadores que pusieron las bases de lo que serían llamado realismo atmosférico.

Admirador del místico Friedrich

Aunque se inició pintando retratos, paisajes y naturalezas muertas de acabado tradicional y académico, en consonancia con el realismo y la representación de la vida en un modo de gozo y paz mental (el Gemütlichkeit, tranquilidad, de Centroeuropa) y él mismo era miembro de la Academia de Bellas Artes de Viena en la que había estudiado y formado parte del plantel docente desde 1819, Waldmüller era un rebelde contagiado por los aires de cambio que se respiraban en el arte gracias al volátil romanticismo de, por ejemplo, Caspar David Friedrich, a quien admiraba por el misticismo con que se acercaba a la representación de la naturaleza.

Si los inicios de este pintor de transición están marcados por la bienaventuranza y la pasión ornamental de los artistas biedermeier, la pintura al aire libre, que empezó a practicar en vez de la de estudio, marcó el camino que deseaba transitar en el futuro. Deseaba mostrar la realidad con técnica minuciosa, pero haciendo que fuesen la luz y el aire los que mandasen en los cuadros. Al igual que los románticos, no deseaba interpretar textualmente los fenómenos naturales, sino hacerlos visibles a través de los sentidos y los sentimientos.

Reducir los cursos académicos a dos años

Con algunas de sus obras más fascinantes, datadas a partir de 1848, la carrera de Waldmüller descolgó definitivamente del clasicismo forma. Al mismo tiempo se enfrentó con el gremio de los académicos, criticando con dureza los métodos de enseñanza reglada, calificando de deficiente la formación y predicando la libertad creativa absoluta. Propuso reducir los cursos —habitualmente de cinco años— a solamente grados bianuales de maestría y técnica, suficientes en su opinión para reconocer el talento, y dedicar los fondos liberados a la compra de obras de los alumnos más prometedores.

"Waldmüller fue un innovador y un revolucionario del arte", dice Agnes Husslein-Arco, directora del Belvedere, que compara la abolición de las academias propuesta por el pintor con la "igualmente radical"  idea del compositor y director de orquesta Pierre Boulez, que en los años sesenta del siglo XX, casi cien después, "exigió el cierre de los teatros de ópera con el fin de hacer espacio para nuevos desarrollos musicales".

Reivindicado por Klimt

Después de su muerte Waldmüller cayó en el olvido durante varias décadas. Sin embargo fue reivindicado con intensidad como precursor por los artistas de la secesión vienesa, entre ellos Klimt —que le llamó "el secesionista primario"—, quienes destacaron la manera en que el maestro se había "rendido a la luz del sol" y había tenido la valentía de hacer frente a las arcaicas y creativamente castradoras reglamentaciones académicas.

En la exposición, formada por fondos propios del Belvedere, el museo que atesora casi todas las obras importantes del artista, hay retratos de los primeros años, entre los que destaca el impresionante de la anciana Rosina Wieser, de 83 años, pero destacan sobre todo las obras donde la "verdad absoluta" de la naturaleza es el único credo del artista. En el retrato de la familia Elft hace del ambiente un elemento que ennoblece y dota de humanidad al grupo de personas.

Número limitado de tonalidades

"En el uso de la combinación de un número limitado de colores, de tonalidades azules, verdes y marrones, Waldmüller logró culminar sus esfuerzos para representar la atmósfera y llenar sus cuadros con la luz y el aire. Pero a diferencia de los impresionistas de París varios años más tarde, [Waldmüller] evitó la disolución de la forma con estos cuadros que van mucho más allá de su época", dice el comisario de la exposición Rolf Johannsen.

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