La pequeña, coqueta y fascinante Galería Mauritshuis de la Haya, reabierta en 2014 tras dos años de reformas y ampliaciones, tiene un nuevo tesoro que añadir a su pequeña pero asombrosa colección de pintura —que incluye La joven de la perla, Lección de anatomía y El jilguero, tres óleos por los que mataría cualquier pinacoteca occidental—. La nueva joya es Saúl y David, una escena bíblica pintada por Rembrandt entre 1645 y 1652.

El óleo, de 130 por 164 centímetros, es uno de los once del maestro de la colección permanente de la galería, pero estaba es tan mal estado —roto y remendado, repintado y con una capa de barniz en pésimas condiciones cubriendo toda la superficie— que los gestores decidieron, hace ya ocho años, restaurarlo en profundidad. La tarea fue titánica, pero la pieza vuelve a estar en casa y protagoniza la exposición especial Rembrandt? The Case of Saul and David (¿Rembrandt? El caso de 'Saúl y David') hasta el 13 de septiembre.

La restauración no sólo ha servido para que podamos acceder a la belleza de la pintura, en la que el adolescente David, futuro rey, toca el arpa ante el monarca hebreo Saúl, un hombre melancólico que, según cuentan los anales bíblicos, solo encontraba consuelo en la música que tocaba el joven arpista de la corte. Años después, celoso por los éxitos militares de David, triunfante en el combate contra el gigante Goliat, Saúl mandó matar a quien adivinaba como un rival. David escapó por los pelos y terminó siendo uno de los grandes gobernantes de Israel.

No muy amigo de los temas bíblicos, cristológicos o de matiz moralizante —quizá porque su vida estuvo plagada de escándalos y fue acusado de manirroto y sexualmente licencioso por los pintores rivales—, el cuadro era atribuido a Rembrandt pero no al cien por cien y en los siglos XIX y XX los especialistas en el pintor flamenco pusieron en duda la autoría. Ahora, tras los ocho años de trabajos de reparación de la maltratada tela, o, más bien, sus pedazos —llegó a estar compuesta por 15 fragmentos de lienzos pintados al óleo y pegados o cosidos entre sí—, la autoría es inequívoca. Saúl y David es un Rembrandt, pintado entre 1645 y 1652 por la mano genial de uno de los grandes pintores de la historia.

En la galería de los países bajos, cuyo exdirector Abraham Bredius compró la tela en 1898 para su colección personal y la entregó al museo como legado póstumo, están exultantes. "Durante ocho años un equipo de expertos internacionales ha contribuido a la investigación utilizando las técnicas más innovadoras y avanzadas. El resultado es significativo: el Mauritshuis tiene de vuelta uno de sus Rembrandt más famosos", dice el actual director, Emilie Gordenker, comisario también de la exposición Rembrandt? The Case of Saul and David.

Además del pésimo estado de conservación del cuadro, al que se habían añadido remiendos, y, en 1900, en una pésima restauración realizada en Berlín, una gruesa capa de un barniz que mancilló la obra con un acabado amarillento y artificial, los especialistas tuvieron que tener presente las dudas sobre la autoría, sobre todo las esgrimidas en 1969 por el historiador del arte Horst Gerson, una de las mayores autoridades en Rembrandt. Aunque el Mauritshuis exponía la tela atribuyéndola al pintor, la polémica seguía abierta: ¿se trataba realmente de un original?, ¿había sido pintada por un alumno del taller del maestro, quizá con la ayuda de este?...

La investigación, que en la galería emparentan con un caso de la serie de televisión CSI —"hubo muchas similitudes con las pesquisas forenses en una escena del crimen"—, se basó en el uso de la proyección, mediante un escáner portátil, de rayos equis fluorescentes sobre el lienzo para eludir el barniz y aislar los componentes originales de los pigmentos utilizados en la pintura. El proceso, en el que colaboraron las universidades de Delft y Amberes, permitió dilucidar sin ápice de duda que Saúl y David fue pintado personalmente por Rembrandt, algo que ya era evidente en la composición y el tono de iluminado ambiente tenebroso, pero no bastaba.

Cuando quedó finalmente al aire la pintura bajo la capa de barniz, se logró discernir que el óleo había sido pintado es dos fases, iniciadas en torno a los principios de la década de 1650, fecha en la que Rembrandt se dedicaba a obras de gran formato y con el mismo modelo de color presente en Saúl y David. El equipo de investigación tiene dudas sobre la segunda fase: las pinceladas sueltas del manto de Saúl, abajo a la izquierda, son"extrañamente salvajes", pero el museo prefiere no tener en cuenta que esta circunstancia podría apuntar a un segundo autor-colaborador, sino al "drástico cambio" de la apariencia de la imagen por el paso del tiempo.

Además del cuadro, eje de la exposición que conmemora su regreso, la muestra se detiene en las técnicas científicas de investigación y restauración utilizadas. Una presentación interactiva guía a los visitantes a través de las diferentes preguntas a las se enfrentaron los restauradores y expertos  enfrentan mientras trabajan en Saúl y David. La pintura restaurada se presenta junto con tres cuadros, dos dibujos, una impresión y una reconstrucción en 3D del formato original del lienzo.