En los últimos dos años, alrededor de medio centenar de negocios han solicitado los servicios de graffiteros zaragozanos. Talleres mecánicos, cibercentros, peluquerías o guarderías encuentran en el graffiti motivos sugerentes y atractivos para promocionar sus locales.
Moda por casualidad
«Al principio las empresas pagaban a los graffiteros para conseguir un servicio a su gusto y evitar que ellos, por su cuenta, les ensuciasen la fachada», comenta Ricardo Arcos, gerente de Freetime, una sociedad destinada a difundir la cultura rap en todas sus variantes (música, graffiti, breakdance o skate).
Lo que comenzó como una manera de «curarse en salud» terminó gustando al público por su originalidad y generó un aumento de las demandas, indica Arcos.
No existe una tarifa fija para los graffiti. Su precio depende del tamaño de la pared, de las horas invertidas y de la cantidad de aerosoles que sean necesarios. Una semana de faena cuesta alrededor de 1.000 euros, aunque los artistas a menudo negocian con el cliente hasta llegar a un acuerdo económico. En Zaragoza hay una veintena de graffiteros especializados y una nueva generación que se prepara en aulas específicas para pintar en la calle.
Un arte callejero
Casco Histórico a color: El proyecto de recuperación de espacios urbanos de En La Frontera llenó de graffiti la zona del Casco.
Barrio ecológico y mural: Los graffiteros zaragozanos han colaborado con Urbanismo para hacer de Valdespartera un barrio abierto al arte urbano.
En las aulas: Los centros educativos ofrecen entre sus actividades extraescolares clases de graffiti.
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