El Ejército recogía los cadáveres de las calles, que se acumulaban en escuelas como improvisada morgue hasta la llegada de los familiares.
La rebelión comenzó el pasado viernes cuando el Ejército tiroteó a la multitud presente en el Ayuntamiento en apoyo a decenas de rebeldes atrincherados contra Karimov. El presidente uzbeco, que dirige la ex república soviética desde 1989, justificó la matanza –que dejó más de 2.000 heridos– asegurando que eran «delincuentes armados» que querían instaurar un Estado islámico.
Hasta ayer la situación era de mutismo informativo, sin que las televisiones pudieran emitir imagen alguna de los acontecimientos por las restricciones establecidas a los medios extranjeros. Unas 6.000 personas consiguieron huir a Kirguizistán, tras la decisión de ambos países de mantener abiertas las fronteras durante cinco días. La situación era ayer tranquila, según el Gobierno, aunque agencias locales informaron del bloqueo del centro urbano por las tropas.
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