Otis Kaye, el pintor que imitaba lo que había perdido en Bolsa con el crack de 1929: billetes de dólar

  • Nacido en Alemania y emigrado a los EE UU, ejerció como ingeniero, se arruinó por la crisis bursátil de 1929 y se dedicó a los trampantojos de billetes y monedas.
  • Pintaba con absoluta perfección el dinero de curso legal, pero no podía vender los sarcásticos cuadros porque la ley impedía imitar las divisas.
  • No expuso nunca su obra ingeniosa y de gran perfección y sólo alcanzó notoriedad tras la muerte en 1974. La Reserva Federal expuso sus 'dólares' en 2002.
Uno de los óleos de Otis Kaye
Uno de los óleos de Otis Kaye
Cordover Collection, LLC
Uno de los óleos de Otis Kaye

Otis Kaye (1885–1974) decidió ponerle buena cara a la desgracia cuando el crack bursátil de 1929 lo dejó en la ruina. Hasta entonces no le había ido mal: ejercía la ingeniería y vivía con comodidad, pero todos sus ahorros y el empleo se convirtieron en humo con el colapso financiero de Wall Street y, por extensión, de los EE UU. En una salida de la que no queda constancia si fue originada por puro sarcasmo o por locura, Kaye se dedicó desde entonces a pintar lo que no tenía: dinero.

La exposición Otis Kaye: Money, Mistery and Mastery (Otis Kaye: dinero, dinero y maestría) es una de las primeras grandes antologías de uno de los artistas que mejor sabían dibujar o, más bien, imitar con exquisito detalle, cualquier billete o moneda de curso legal. Lo hacía con tanta perfección que se le considera uno de los grandes pintores de trampantojos, la técnica basada en engañar a la vista mediante una realidad intensificada y otros efectos que ayudan a que el fingimiento funcione y en ocasiones parezca que los objetos rompen el plano del cuadro y emergen del lienzo o la tablilla.

'Pintores de dinero'

Nacido en Alemania, emigrado a los EE UU y gran aficionado al arte, el pintor forma parte de una escuela vernácula estadounidense llamada money painters (pintores de dinero), subestimados en vida pero revalorizados a partir de finales del siglo XX, cuando los coleccionistas, subastadores y galerías empezaron a repar en la gracia, el ingenio e incluso la provocación que conllevaban sus obras minuciosas hasta la perfección y con un leve tinte sardónico hacia el dinero, el gran vehículo para la fama y el ascenso sociales pero, finalmente, un trozo de papel impreso que puede pasar, de la noche a mañaña, a valer menos que la tinta empleada en las imágenes que lo adornan.

La exposición, en cartel hasta el 10 de mayo, se celebra en un marco apropiado para la obra de este outsider renacido con carácter postmortuorio, el New Britain Museum of American Art, una pinacoteca modesta ubicada fuera de los circuitos habituales, en New Britain-Connecticut, pero que tiene el mérito de ser el primer centro artístico fundado en los EE UU, en 1903,para dedicarse solamente a arte del país.

El museo ha reunido 34 óleos, acuarelas, dibujos y grabados, así como materiales del archivo personal del pintor que ayudan a acercarse a los muchos enigmas de un artista del que sabe muy poco. En vida no organizó ninguna exposición y se vió obligado a regalar sus cuadros a familiares y amigos porque una ley vigente en los EE UU desde 1909 consideraba ilegal reproducir o imitar las divisas y la única posibilidad de no incurrir en delito era desprenderse de las obras gratuitamente y mantenerlas ocultas.

150.000 dólares invertidos en la Bolsa

De detalles de la vida de Kaye sólo se conocen los mínimos: nació en Dresde (Alemania) en una familia que emigró a Nueva York cuando el niño tenía tres años, regresó a la patria natal para estudiar Ingeniería y volvió a los EE UU en 1914, esta vez de forma definitiva. Ejerció la disciplina en localidades del medio oeste del país y le fue lo suficientemente bien como para ahorrar 150.000 dólares, una cantidad nada desdeñable en aquellos tiempos, pero cometió el error en el que cayeron muchos: invertir el dinero en acciones. El jueves negro del 24 de octubre de 1929, cuando la Bolsa de Nueva York se desplomó, Kaye perdió toda su fortuna.

Las obras de este consumado experto en la pintura que confunde a la vista son delicadas y exquisitas. En D'-JIA-VU (1936) muestra, en óleo sobre tabla, como un reguero de billetes sale de un fajo, recorre el camino hasta una cartera y vuelve a salir de ella frente a un pequeño mueble-gabinete en el que hay hiperrealísticas representaciones de cajetillas de tabaco, dados, cristales rotos... En el díptico Before Taxes y After Taxes (1956) contrapone, con uso de colores brillantes y apagados, la suerte de los ciudadanos de a pie frente a las políticas de impuestos.

La amargura del artista queda patente en Going Out of Business (1958), donde representa la muerte a manos de los indios del General Custer, imitando una pintura de arte popular de las tribus de pieles rojas de cuyo envés asoma un fajo de billetes. También se ha apuntado que Kaye cayó en la ludopatía para intentar cambiar su suerte: en muchas de las obras hay referencias al juego y al escamoteo de dinero, como en Double or Nothing, donde el interior de un violín esconde billetes.

Cotización en contínuo aumento

De los cuadros de Kaye no hubo noticia hasta unos años después de la muerte del artista a los 89 años. Algunos de sus amigos y familiares decidieron tasar las obras y se encontraron con que eran muy apreciadas en el mercado. Desde entonces no han dejado de aumentar de cotización y hoy forman parte de grandes colecciones públicas y privadas. En un giro de humor negro del destino, el organismo que vigilaba la prohibíción de reproducir graficamente de dinero, la Reserva Federal —equivalente al banco central de los EE UU—, organizó en 2002 una exposición sobre el artista.

El director del museo donde se celebra la retrospectiva, Douglas Hyland, sitúa al artista entre los "grandes pintores de trampantojos, una tradición centenaria de la pintura estadounidense" en la que destacaron algunos de los creadores a los que admiraba Kaye, por ejemplo William Harnett (1848-1892), John Haberle (1856-1933) y John F. Peto (1854-1907). Fue Kay, sin embargo, quien "elevó la técnica al esplendor" con "extraordinarios lienzos" de gran sofisticación en los que resulta "asombroso contemplar la complejidad de sus múltiples alusiones en capas".

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