Pocos meses antes de cumplir los 84 años, el tantas veces declarado enemigo de los premios, y hasta no hace tanto tiempo bastante castigado por los premios patrios (sólo fuera reconocían su valor), ha sido elegido como ganador del máximo galardón de nuestras letras: el Cervantes.

Tras haber recibido el Premio Nacional de las Letras Españolas en 2008 (su hermano Luis lo recibió el año pasado), le llega a Juan Goytisolo (Barcelona, 1931) el reconocimiento máximo, el año pasado para Poniatowska.

No se rompe así la alternancia entre un escritor hispanoamericano y otro español, ni tampoco la tónica habitual de no premiar a alguien de edad no tan avanzada (habría sido una ruptura absoluta que recayera sobre Muñoz Molina, quien pese a su edad, 58 años, sonaba insistente en las quinielas).

Considerado uno de los autores e intelectuales españoles más desarraigado y crítico, y uno de los más reacios a lo 'propio', no ha sido jamás ni cómodo ni complaciente. Casi sorprende escuchar a Wert contar cómo expresa a través de él su agradecimiento el premiado, en su casa habitual de Marrakech.

Como corresponde a su carácter disidente ha sido bastante poco amigo de galardones, el propio César Antonio Molina lo definió en su día como "enemigo de los premios".

Con el Nacional se situó al margen, y no entró en circo alguno. No lo rechazó,  "porque no soy grosero ni descortés", dijo en su momento, pero tampoco alimentó a la prensa concediendo entrevistas.

Él mismo dijo con el Nacional: "Jamás me he presentado a ningún premio. Este es importante e imagino que servirá para que la gente me conozca algo más y lea mis libros. Otra cosa hubiera sido si lo hubiera recibido hace 30 años. Entonces me hubiera alegrado. Ahora no", dijo cuando recibió el Nacional.

Primero en París y después en Marrakech hace muchos años que el autor de El exiliado de aquí y allá vive fuera de España: primero en París, después en Marrakech.

Ahora que le llega este premio, ¿qué pensará el autor que sin temor dijo: "Siempre me he tomado los ataques como un índice de que estaba en lo cierto"?

Con Juegos de manos (1954) y Duelo en el paraíso (1955) iniciaba el barcelonés una carrera literaria en la que la poesía y la prosa se unían en un constante ir y volver a la infancia y la adolescencia. Esa juventud en la que parece que uno puede comerse el mundo y que el mundo será el escenario que se quiera está en constante lucha con la edad adulta. Huidas pues en sus ficciones en ambas direcciones.

Tras un inicio más 'personal', Juan se inclinó por un punto de vista declaradamente crítico, social y comprometido. Quizá Campos de Níjar sea una de las obras que mejor lo representan.

Atravesada la infancia, juventud y rebelión, aunque nunca superada del todo, le llegó al escritor el momento de cargarse lo aprendido para abrirle la puerta al experimentalismo propio de aquella España que empezaba a abrirse en los setenta. De entonces son Señas de identidad (1966),  Reivindicación del conde don Julián (1970), y Juan sin tierra.

Como nexo a todas las etapas que la crítica ha querido o podido ver, en la narrativa de Juan existe siempre un cuestionamiento hacia la ficción.

Una manera de ir a la contra, muy acorde con su personalidad, y especialmente visible en textos como Makbara (1980), Las virtudes del pájaro solitario (1988), La cuarentena (1991), La saga de los Marx (1993), El sitio de los sitios (1995), Las semanas del jardín(1997), Carajicomedia (2000) o Telón de boca (2003).

Es importante no olvidar su excepcional mano escribiendo ensayo como Contra las sagradas formas (2007) o Genet en el Raval (2009).