Tres millones de trabajadores españoles sobreviven en precario

Alternaron en cinco años el desempleo con los contratos temporales, que son los que tienen cinco millones de españoles. La temporalidad en España es del 31,9%, frente al 13% de Europa.
La economía española creció en 2006 un 3,8%, casi el doble de la media europea; pero los buenos datos económicos no han servido para acabar con uno de los males endémicos del empleo de nuestro país: la precariedad. A día de hoy, según el INE, hay en España 5.276.800 personas con contratos temporales.De este grupo, la peor parte se la llevan los tres millones que durante los últimos cinco años alternaron la contratación temporal con el desempleo, es decir, tuvieron un empleo precario, según un informe de Cáritas Española. Este estudio destaca que 1,8 millones de hogares dependen de los empleos precarios.

A pesar de todo, la temporalidad ha descendido en 291.900 personas en los últimos tres meses, con lo que se sitúa en una tasa del 31,9%, lejos aún de la media europea,  que en 2006 fue del 13%.

CC OO denuncia que esta situación afecta, sobre todo, a mujeres, jóvenes e inmigrantes por «la subcultura empresarial y porque son contratos de trabajos poco cualificados y estacionales».

Cifras clave

Siniestralidad: En el primer trimestre han muerto 27 trabajadores. El 66% de los 966 trabajadores fallecidos en 2006 tenía contrato temporal.

Salario medio: Es de 1.553 euros brutos, como en 1997.

Contrato indefinido: Se hicieron 340.200 en el primer trimestre. En total, hay 11.237.700 trabajadores con contrato indefinido.

Desempleo: Aumentó el último trimestre en 45.500 personas y se sitúa en 1.856.100 personas (8,47% de la población activa).

Desigualdad: La tasa de paro de las mujeres (11,39%) casi duplica a la de los hombres (6,32%).

Reforma laboral: La reforma laboral de 2006 creó 1,2 millones de contratos indefinidos, de los que 670.000 fueron conversiones de temporales a indefinidos.

¿Por qué la fecha 1 de mayo?

Es una jornada de lucha y de homenaje a los mártires de Chicago, cuatro sindicalistas que fueron ajusticiados en la ciudad estadounidense por ser instigadores de los duros enfrentamientos que siguieron a la huelga del 1 de mayo de 1886, en la que se  reivindicaba la jornada laboral de ocho horas. Esta fecha se estableció como festiva por acuerdo del Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional, celebrado en París en 1889; aunque muchos países tardaron en adoptarla.

Día del trabajador

Diego Segura.

35 años. Zaragoza. Es abogado desde hace 11 años y tiene su propio despacho profesional con un socio. «Estoy siempre reunido y muchos días me llevo trabajo a casa», dice. A pesar de su jornada maratoniana y del poco tiempo para su vida personal, disfruta «ayudando a la gente a resolver sus problemas».

Ángela Martín.

62 años. Bilbao. Cada mañana, desde que tiene 14 años, levanta la persiana de su negocio, la charcutería La Suiza. «Tengo 62 años y los huesos destrozados. Pero eso sí, he trabajado toda mi vida con gusto», dice Ángela. Se quedó viuda joven y tuvo que sacar adelante a sus cinco hijos con una pensión de 38.000 pesetas.

Lourdes Hernández

40 años. Zamora. Es funcionaria de Medio Ambiente, además de llevar su casa en la que viven su marido y dos hijas. «En mi oficina el tópico de que en la Administración se vive mejor es falso. Trabajamos mucho, por la mañana cara al público y muchas tardes tramitando expedientes. Y sin contar el trabajo en casa, que es fino».

Antonio Suárez

65 años. Vigo. Se dedica al arte del que ya vivían sus abuelos y sus padres: la cestería. A pesar de los malos tiempos que corren para este negocio «jamás he pensado en dejarlo». Desde hace nueve años enseña su oficio en el centro artesanal municipal.

Manuela González

33 años. Madrid. Es secretaria de dirección en un banco. «Tengo que madrugar porque dejo a mis dos hijos en el cole antes de ir a trabajar», dice. Lo que peor que lleva es cuando sale del trabajo. «Sólo tengo tiempo de bañarles, darles la cena y acostarles. Mi marido no ayuda nada», confiesa.

Enrique Guillén

30 años. Barcelona. Trabaja en una consultoría informática. Instala programas que ayudan a gestionar empresas. De las 10 horas que trabaja, el 70% las pasa fuera de la oficina. Por eso y aunque confiesa que es «una profesión con  futuro, no es para toda la vida... cansa».

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