La historia de "Ajoblanco", la primera revista "sin miedo" que predijo la degradación política

  • "Ajoblanco. Ruptura, contestación y vitalismo" expone en Madrid la pasmosa historia de la revista ácrata-utópica que llegó a vender 100.000 ejemplares.
  • En dos etapas, entre 1974 y 1980 y entre 1987 y 1999, el mensual editó 180 números y 30 especiales.
  • La revista predijo los peligros del clientelismo, la corrupción, la marginación de los distintos,  la profesionalización de la política y otros males que hoy padecemos.
Portada del primer número de Ajoblanco, octubre de 1974
Portada del primer número de Ajoblanco, octubre de 1974
Ajoblanco
Portada del primer número de Ajoblanco, octubre de 1974

"La Constitución es egocéntrica, impositiva, paternalista, excluyente, productivista, cerrada en sí misma, coactiva, rígida, engreída, definitoria de lo que es el buen y mal ciudadano. Una cosita policiaca, vamos". Las dos frases de alto calibre aparecieron en el tempranísimo noviembre de 1978 en una revista que podía encontrarse en los quioscos y que editaba un número especial sobre la ley de leyes española que sería ratificada menos de un mes después en un referéndum. El cadáver de Franco todavía estaba tibio y pocas voces se atrevían a poner reparos a la norma suprema que, se nos decía, lograría la concordia y nos trasladaría a la arcadia democrática, aunque, y eso no se nos decía, ratificaba los sueños de transición del dictador.

Cuando España parecía temerosa, cándida y todavía convaleciente de los perversos efectos del franquismo, Ajoblanco era la única revista "sin miedo". Editada en Barcelona a cara descubierta por una pandilla de ácratas más o menos burgueses pero con muchas ganas de juerga y de aventar la semilla del anarquismo —muy mal visto por todos los partidos políticos que buscaban estar en buena posición en la pole de salida para construir lo que ahora nos ha pringado a todos—. Desde 1974 y durante 25 años divididos en dos etapas, la revista editó 180 ejemplares. Si no los ha leído, no ha vivido.

El "espíritu ajoblanquero"

La travesía es celebrada ahora en un apéndice cultural del Ayuntamiento de Madrid, lo cual suena un poco raro, es verdad. El Centro Conde Duque programa hasta el 21 de septiembre (entrada gratuita) la exposición Ajoblanco. Ruptura, contestación y vitalismo (1974-1999), una retrospectiva que además de exponer todos los números del mensual y sus ediciones especiales, plantea una "incógnita", según advierte el fundador, director y hombre para todo de la publicación, Pepe Ribas: "¿Qué pervive hoy del espíritu ajoblanquero y, sobre todo, cómo podemos rescatarlo?".

Aunque desde Ajoblanco se puso nombre, con décadas de antelación y mientras el tablao nacional prosistema palmeaba al compás el futuro de horizonte inmaculado que nos aguardaba, a los peligros del clientelismo, la corrupción, la marginación de los distintos,  la profesionalización de la política, el Estado policial, la derrota de las libertades individuales y otros males que hoy padecemos, el comisario de la muestra, Valentín Roma, ha escapado de presentar la exposición con afanes meramente historicistas.

"Las incertidumbres propician revueltas y nuevos retos"

Además de mucho material de archivo, hemeroteca y fotografías de los implicados, se han organizado unas Jornadas Ajoblanquistas para el debate para profundizar en el latido presente de aquel corazón, porque, como añade Ribas, "vivimos en un espacio social en el que las injusticias, los conflictos, las carencias y las incertidumbres propician revueltas, angustia y nuevos retos". Los debates incluyen discusiones sobre periodismo, arte, cultura, vida urbana...

En un ensayo titulado El Ajo pica y repite, Ribas, que entonces estudiaba Derecho, recuerda como en 1974 planteó a sus colegas de arte y parranda —entre ellos Fernando Mir y Toni Puig, que fueron, junto con Ribas, el núcelo duro del proyecto— el nacimiento de una revista "que en ningún caso podía ser elitista" y "debía ayudarnos a crecer y a formarnos hasta llegar a vivir tal como pensábamos", porque "éramos miles los que estábamos hartos de permanecer callados y temerosos" y "necesitábamos romper con la represión franquista y con los dogmas de nuestros hermanos mayores acerca de cómo luchar, cómo crecer y qué leer".

"Con mitos pero sin maestros"

El cóctel del primer Ajoblanco (1974-1980) era explosivo y rabioso, pero también utópico, desvergonzado y sensual. Rock, comunas, vida alternativa sin gurús ni métodos ("con mitos pero sin maestros"), experiencias asamblearias, drogas psicodélicas, sexo más o menos libre, el ejemplo de los padres fundadores del anarquismo español (con Buenaventura Durruti siempre a la cabeza), mayo de 1968, el underground, la nación de Woodstock, el situacionismo, el arte pobre, el teatro-guerrilla... Es decir, aquello de lo que justamente nunca hablaban los programas de los partidos políticos de cualquier lugar del espectro.

"En España, las circunstancias nos forzaron a ser autodidactas", recuerda Ribas, que sitúa en 1976, momento en que la revista llega a vender, según cálculos que nunca fueron oficiales, 100.000 ejemplares y tener un millón de lectores —cifras estratosféricas para una revista alternativa en aquellos tiempos—, el momento de una primera vuelta de tuerca. "Sin olvidar nuestra apuesta por una revolución cultural potenciamos los dossieres sobre ecología, energías libres, antipsiquiatría, educación antiautoritaria, naturismo, libertad sindical, presos, las comunas como alternativa a la familia, el cooperativismo y los ateneos libertarios".

Una sociedad civil "abierta y creativa"

Agotados, peleados y desperdigados, los componentes del núcleo fundador echaron el cierre en 1980, pero regresaron siete años más tarde, mientras el neoliberalismo político-económico extendía su red y se universalizaba. "Si en el primer Ajoblanco fuimos agitadores, en el segundo nos profesionalizamos para generar la mejor revista cultural en castellano" con la pretensión de "democratizar la cultura y aportar textos e imágenes estimulantes para ayudar a tejer una sociedad civil lo más abierta y creativa posible", recuerda Ribas, quien acusa de la muerte del segundo Ajoblanco (1999) a los "grandes grupos económicos y mediáticos" que coparon las redes de distribución y "derribaron" al periodismo independiente.

La exposición muestra todos los ejemplares de la revista en orden cronológico para permitir que la publicación sea revisitada, despliega los editoriales (editos) y especiales y permite comprobar cómo en torno a Ajoblanco también se desplegaron las colaboraciones de escritores de talla (Allen Ginsberg, Eduardo Mendoza, Günter Wallraff, Roberto Bolaño, Guillermo Cabrera Infante, Juan Goytisolo, Pere Gimferrer, Hans Magnus Enzensberger...).

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