Como una "evolución natural" considera Frank Cuesta, el aventurero conocido como Frank de la jungla por el programa de Cuatro, su cambio a Discovery Max, donde se emite Wild Frank (Frank salvaje), un nuevo espacio que le ha llevado a la selva amazónica de Brasil.

La nueva aventura de Frank Cuesta (León, 1971) tiene un escenario totalmente diferente al que él estaba acostumbrado, porque la selva amazónica no es su "territorio", confiesa en una entrevista.

En ese ámbito "encontré muchas cosas nuevas y muchas sorpresas", añade.

Wild Frank, que se estrena este domingo a las 22.00 horas, supone el regreso de este atípico trotamundos a la pequeña pantalla, tras haber renegado de ella. "Yo dije que me marchaba, que no quería hacer más televisión hasta que me ofreciesen un proyecto interesante y que me pagasen mucha pasta", señala.

Cuesta dice que no le importa que le digan que se ha "vendido", pues no puede ni "vivir del aire" ni tiene un "padre rico", y que el cambio de cadena responde a una "evolución normal", después de su paso por Cuatro, ya que Discovery es un canal de aventura "más específico"; "es más yo en ese sentido", subraya.

Su nuevo espacio, una serie de cuatro capítulos que recogen su convivencia con indígenas brasileños de las tribus Sateré Mawé y Dessana, es "mucho más fresco y fluido" y "menos agresivo" que sus programas anteriores.

Fue precisamente en una ceremonia de iniciación de los Sateré Mawé, cuando tuvo que hacer frente al mayor reto del programa: "la Tucandeira", un ritual donde los guerreros deben meter las manos en unos guantes que están llenos de hormigas bala, cuya picadura es de las más dolorosas.

"Había que meter las manos en unos guantes con 200 hormigas, sabes qué te va a pasar, estás esperando a que te pase y luego te pasa: el dolor", relata el protagonista de Wild Frank sobre esta experiencia, que compara con la de "un condenado a pena de muerte que va a que lo ahorquen".

Los peores momentos para el aventurero han sido cuando le ha podido pasar algo a alguien de su equipo, "porque teóricamente y prácticamente" es su "responsabilidad", señala.

"Ahí es cuando lo paso realmente mal —añade—, a mí me pasa algo y sé cómo reaccionar y no me pongo nervioso, pero si le pasa algo a alguien del equipo, me duele más que si me pasa a mí".

En cuanto a un posible impacto medioambiental sobre los escenarios de rodaje, Frank Cuesta insiste en que en "el mundo está ya todo pisado, si no vamos nosotros irá otro" y que "querer tener una tribu aislada para toda la vida, cada vez es más difícil".

"Yo voy a buscar bichos, hablo con la gente, si tengo que dormir en el suelo, duermo, si tengo que comer su comida, como, pero no voy allí enseñando ordenadores ni historias", asegura.

Y muestra su lado más protector al hablar de sus tres hijos, Zape, Zorro y Zen, a quienes no le gustaría ver escoger una vida tan arriesgada como la suya, "que se hagan bailarines, que se hagan lo que quieran, cuanto menos peligroso mejor", afirma.

El momento más deseado por Frank es cuando toma el avión de vuelta, porque "sabes que no ha pasado nada, que estás vivo", concluye.