Esta casa me trae de cabeza

Una pequeña manía relacionada con la vivienda puede llegar a convertirse en una enfermedad, desde la obsesión por la limpieza hasta el síndrome de Diógenes.
Las obsesiones no son buenas, ni siquiera con los temas hogareños. (ESTEBAN)
Las obsesiones no son buenas, ni siquiera con los temas hogareños. (ESTEBAN)
Las obsesiones no son buenas, ni siquiera con los temas hogareños. (ESTEBAN)

Dar dos vueltas a la cerradura para poder dormir, entrar en casa con el pie derecho, comprobar diez veces que el gas está apagado... Quien más y quien menos tiene sus pequeñas manías domésticas.

La casa es el lugar donde la verdadera personalidad y también sus deformaciones se manifiestan más claramente. Unas deformaciones que, cuando rayan lo patológico, pueden suponer un grave problema para la persona que las sufre y para los que viven a su lado.

La enfermedad más frecuente es el trastorno obsesivo compulsivo (TOC), que padece una de cada cincuenta personas en España. Puede manifestarse en distintos comportamientos, entre los que destaca la obsesión por la limpieza y el orden; es el llamado síndrome del ama de casa, que sufren principalmente las mujeres y que suele empezar a manifestarse entre los 18 y los 25 años.

"La rigidez del entorno familiar y una educación muy conservadora pueden favorecer su aparición", afirma el psicólogo Juan Miguel Mota, quien desmiente que la obsesión por la limpieza sea un síntoma de insatisfacción sexual, como se ha creído durante mucho tiempo a raíz de las teorías de Freud.

Este trastorno también afecta a los que viven con la persona que padece esta enfermedad, que pueden desarrollar un rechazo hacia todo lo que genere suciedad o desorden, por temor a su reacción, y acaban por inutilizar estancias enteras de la casa.

Rodeados de basura

El síndrome de Diógenes representa el punto contrario a la obsesión por el orden y la limpieza. Puede tener su origen en otras alteraciones psiquiátricas y se caracteriza por el abandono personal y social del paciente, que le lleva a recluirse en su casa, donde acumula una gran cantidad de basura y objetos inservibles con una falta total de higiene.

El perfil del enfermo es el de una mujer mayor de 65 años que vive sola. "La soledad juega un papel clave en esta enfermedad", afirma Mota, quien señala que afecta a todas las clases sociales y no sólo, como muchos creen, a personas con pocos recursos.

Vigilar los posibles síntomas

La diferencia entre una persona muy ordenada y un enfermo es que este último limpia de forma repetitiva y muy metódica, aunque no haya suciedad. Lo hace en un estado de ansiedad y utiliza su obsesión para intentar alcanzar el bienestar, aunque nunca llega a conseguirlo.

El orden extremo en otras actividades, como la comida o el aseo, pueden denotar la presencia de una patología. En el caso del síndrome de Diógenes, hay que estar más atento, ya que su detección es más difícil. El primer síntoma de alarma es la búsqueda de excusas para no salir de casa y la reticencia a recibir visitas; a veces es necesario presentarse por sorpresa para comprobar si se puede estar corriendo algún riesgo.

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