
Cuando alguien pronuncia la palabra coolhunting (caza de tendencias) y relaciona el término con cierta idea de modernidad protoadolescente conviene bajarle los humos ofreciéndole un nombre: Bill Cunnigham. Este señor, que acaba de cumplir 85 años, lleva medio siglo haciendo fotos —y últimamente vídeos para un canal de la web del The New York Times— de personas que crean su propia imagen, llaman la atención y van vestidas de manera creativa sin que les importe la marca de las prendas que llevan encima o les paguen por lucirlas. A Cunningham, claro está, nunca se le ha ocurrido afirmar que es un coolhunter.
Fotógrafo intransigente —en una ocasión dejó de hacerle fotos a Catherine Deneuve porque "no llevaba puesto nada interesante"— y radical —siempre va con la cámara encima, incluso cuando organizan actos en los que él es el homenajeado ("¿cómo te atreves a pensar que voy a perder la posibilidad de una buena foto")—, a Cunnigham le importa poco a quien retrata en términos de sexo, edad o raza. Sólo exige dos condiciones: estar seguro de que no se trata de un modelo que cobra por vestirse de determinada forma y que sean personas que han elegido por sí mismas lo que usan.
"Dejar hablar a la calle"
"No se trata de lo que yo veo. Se trata de que dejo hablar a la calle y la calle nunca engaña", declaró en el documental Bill Cunningham New York (2010), la primera vez que permitió a un equipo de vídeo captar su modo de trabajo: pedalear en la bicicleta, tener los sentidos alerta, detenerse cuando sea necesario y hacer fotos. Empezó a ser coolhunter en 1978 y por casualidad, cuando se cruzó en la calle con Greta Garbo y el Times le aceptó una propuesta para combinar las fotos a la ya muy veterana actriz con otras de paseantes anónimos de la jungla neoyorquina. Fue la primea vez que el circunspecto diario insertó imágenes callejeras sin permiso por escrito de los retratados.
Ahora la Sociedad Histórica de Nueva York presenta una serie muy poco conocida de Cunningham en los años previos a su ejercicio de fotógrafo cándido (de la expresión inglesa candid photography: fotos sin pose ni aviso previo tomadas en lugares públicos). Bill Cunningham: Facades (Bill Cunningham: fachadas), hasta el 15 de junio, es una colección de fotos realizadas entre 1968 y 1975 de edificios históricos de Nueva York con modelos vestidos con trajes de época ejerciendo de contrapunto y complemento a las edificaciones.
Editta Sherman murió a los 101 años
Como todos los trabajos de este tipo sencillo, autosuficiente y resuelto, el proyecto es un ejercicio de hazlo tú mismo. Cunningham compró la ropa en tiendas de segunda mano de la ciudad, subastas y ventas callejeras y empleó como modelos a conocidos y amigos, sobre todo a su musa y confidente Editta Sherman, también fotógrafa, fallecida en noviembre de 2013 a los 101 años.
El trabajo, que los organizadores de la exposición consideran "caprichoso y audaz", ofrece una "perspectiva única y distante del pasado de la ciudad y el momento particular el que fueron tomadas las imágenes", una época en que la conservación del patrimonio histórico y urbano neoyorquino cobró especial importancia por la degradación urbana de la ciudad, la crisis financiera del ayuntamiento y el aumento de los índices de delincuencia, pero también un momento de renacimiento cultural, quizá el último que ha experimentado la metrópoli y las fotografías de Cunningham ofrecen "una versión inmaculada del paisaje urbano durante esa época caótica".
500 trajes de época y 1.800 localizaciones
Durante los ocho años que dedicó a la serie, Cunningham reunió más de 500 trajes y retrató unas 1.800 ubicaciones para el proyecto. La selección de las imágenes reunidas para la muestra "evoca la exuberancia de Cunningham y de Sherman", su sentido de estar "a la búsqueda de un tesoro y su orgullo por la ciudad que consideraban su hogar". Las fotografías se contextualizan con reproducciones de dibujos arquitectónicos originales de los edificios.
La mayoría de las fotos tienen un aire atemporal pero algunas son especialmente simpáticas, como la de Sherman vestida como una dama del siglo XIX en un vagón del metro cubierto de grafitis. Cunnigham y la modelo, vecinos de la legendaria residencia de artistas situada sobre el Carnegie Hall —donde también vivieron, entre otros, Mark Twain, Isadora Duncan y Marlon Brando—, viajaban con frecuencia en transporte público para evitar arrugar el vestuario.
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