La fotoperiodista italiana que rompió el código de silencio de la mafia durante los 'años de plomo'

  • Exponen la obra de Letizia Bataglia, la reportera siciliana que se atrevió a retratar los resultados de la época más sangrienta de la guerra de la mafia contra el Estado.
  • La muestra documenta los casi veinte años, desde finales de los sesenta hasta principios de los ochenta, de extremismos opuestos en Italia.
  • Trabajando como fotógrafa para el diario de izquierda de Palermo "L'Ora" hizo 600.000 fotos. "De pronto me di cuenta de que tenía un archivo de sangre", dice.
Nerina (a la derecha) trabajaba como prostituta y traficaba con drogas. Fue asesinada por la mafia por no respetar sus órdenes. Dos clientes también corrieron la misma suerte
Nerina (a la derecha) trabajaba como prostituta y traficaba con drogas. Fue asesinada por la mafia por no respetar sus órdenes. Dos clientes también corrieron la misma suerte
© Letizia Battaglia
Nerina (a la derecha) trabajaba como prostituta y traficaba con drogas. Fue asesinada por la mafia por no respetar sus órdenes. Dos clientes también corrieron la misma suerte

El sanguinario mafioso Leoluca Bagarella sostenido a la fuerza por dos carabineros; un cadáver con un gran tatuaje de Jesucristo sobre el hombro izquierdo y un charco de sangre fresca bajo el derecho; una anciana que junta las manos en plena calle, en un gesto que puede ser de oración o de zozobra; el cuerpo de un caballo, muerto tras una carrera ilegal con apuestas, que nada importa al numeroso público, niños incluidos, que asiste a la competición; el primer ministro Giulio Andreotti junto a su proconsul en Sicilia, Nino Salvo, ambos hermanos de la misma cofradía criminal...

Son sólo unas cuantas fotos elegidas al azar del archivo de Letizia Bataglia (Palermo-Sicilia, 1935). La última, de la que ella ni siquiera se acordaba hasta que la Policía localizó la imagen, sirvió para que la Justicia probase que el político democratacristiano Andreotti era un miembro de pleno derecho de la mafia que gobernaba para beneficio de la Cosa Nostra, la confederación de hombres de honor que tuvo en jaque al Estado italiano y que ha exportado su modelo a las muchas otras mafias que operan mundo adelante.

Cinco asesinatos por día

Bataglia, una mujer de baja estatura y voluntad del tamaño de un rascacielos, tiene un archivo de unos 600.000 negativos. El horror del contenido —matanzas por guerras entre facciones o venganzas personales, el dolor y la rabia de los que sobreviven, la anormal normalidad de la vida diaria en Sicilia en los peores años de la violencia mafiosa— es el resultado de una constancia casi sobrehumana: entre 1974 y 1990, mientras trabajó como fotógrafa y editora gráfica para L'Ora, un diario que nació siendo fascista y terminó representado a la izquierda, la fotoperiodista llegó al record de cubrir cinco asesinatos por día. "De pronto me di cuenta de que tenía un archivo de sangre", declaró en una entrevista publicada en 2000.

La obra de esta reportera reverenciada, admirada, temida, amenazada de muerte, golpeada pero nunca vencida se presenta ahora en la antología Letizia Bataglia: Breaking the Code of Silence (Letizia Bataglia: rompiendo el código de silencio), en cartel en la Open Eye Gallery de Liverpool (Reino Unido) del 22 de febrero al 4 de mayo. La selección, que abarca imágenes tomadas desde mediados de los años setenta hasta principios de los noventa, muestra el reinado violento de la mafia siciliana pero también la mirada compasiva hacia las víctimas de una reportera que nunca ha abdicado del blanco y negro ni de la convicción de cumplir un deber cívico con su trabajo.

Casada a los 16, madre de tres hijos y fotógrafa

Battaglia se inició en la fotografía en 1971 mientras criaba a tres hijos —se había casado a los 16 años y divorciado en 1970—. Había estudiado periodismo, pero se dió cuenta de que era más fácil colocar piezas como colaboradora en revistas y diarios si las entregaba acompañadas de un reportaje gráfico. En 1974 dejó la máquina de escribir y se entregó a la cámara. Cuando le ofrecieron un contrato en L'Ora no lo dudó ni un segundo. Alquiló un apartamento en el centro de Palermo para estar cerca de la acción.

Como si se tratase de una corresponsal de guerra, trabajó en la primera línea del frente durante uno de los períodos más trágicos de la historia contemporánea italiana, los llamados anni di piombo (años de plomo), cuando los extremismos opuestos de la extrema izquierda y la mafia cometieron más de 140 atentados en el país y la violencia era una constante que parecía eterna. Fue la época de acción del feroz clan de los Corleone de Totó Riina (asesinó con sus propias manos de 40 personas y fue responsable de ordenar la muerte de 110 más), de los crímenes masivos de familias enteras de mafiosos y policías y de la muerte en sendos atentados con bombas de dos de los amigos más cercanos de Bataglia: los jueces antimafia Giovanni Falcone y Paolo Borsellino.

"Sometidos y humillados por esta tragedia"

La relación de la fotógrafa con su tierra natal no deja espacio para la duda: la mirada de Bataglia ama a Sicilia —los intensos retratos de niños y mujeres desamparados lo demuestran— y odia a Sicilia no sólo por las carnicerías que ha retratado, sino también por el consentimiento y el silencio. "Durante años me he dedicado a fotografiar cadáveres. Nos sentimos humillados como pueblo, sometidos y humillados por esta tragedia", declara la reportera, que en 1985 ganó el Premio W. Eugene Smith  de Fotografía Humanista y en 2007 el Erich Salomon-Preis, el más prestigioso que se concede en Alemania.

Durante años, añade, sentía "mucho miedo" al salir de casa cada día para hacer su trabajo. El capo Bagarella había puesto precio a su cabeza por hacer la foto que aparece citada al principio de esta pieza. "Pasó un tiempo, varios años, antes de que empezaran a verme como algo distinto a un policía con una cámara. Se dieron cuenta de que no hacía sólo fotos de los muertos, de que regresaba para retratar a los vivos y las condiciones de pobreza en las que vivían los habitantes de Palermo. La gente empezó a llamarme. 'Ven a hacer unas fotos del tejado de mi casa. Necesito que lo arreglen', me decían".

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