En Orusco, localidad de 1.200 habitantes donde ocurrió el suceso, los vecinos siguen sin entender lo sucedido, aunque muchos encuentran una explicación en las palabras que Alejandro había pronunciado más de una vez y que daban cuenta de esa especie de devoción maligna que sentía por su vecina, con la que nunca tuvo ninguna relación. «Estaba obsesionado con ella, decía que lo había embrujado», cuentan.
Tal era la obsesión, que una vez, dicen los vecinos, Alejandro golpeó el coche del padre de María del Carmen. La familia tuvo que denunciarlo, pero a nadie se le ocurrió que llegaría tan lejos.
El último adiós a Menchu
La llamaban Menchu y todos la querían. María del Carmen, madre de dos hijos, colaboraba en actividades extraescolares para niños y era la vicepresidenta de una asociación de mujeres. Ayer, durante su sepelio, Orusco se echó a la calle para darle el último adiós.
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