Las sanitarias vascas llevan desde el lunes en una especie de huelga de celo en la que sólo se ocupan del paciente. Rechazan realizar tareas ajenas (papeleos, arreglo de enchufes...) hartas de ser ‘chica para todo’. Pero en un colectivo laboral en el que la mercancía es la vida, cuesta ser firme en la protesta.

«Vale, voy adonde el paciente, le cojo sangre, le doy el medicamento, le entubo... y he terminado. ¿Qué hago, me quedo un rato con él hablando? Pero, si me entretengo, no llego a otros», duda Eliana Iriarte, enfermera de urgencias en Basurto.

El caso es que la protesta  está alterando poco el funcionamiento de los centros de salud vascos.

«Ninguna enfermera va a hacer nada malo a un enfermo», apunta Carmen Bide. Con los platos salvados, los directivos de Osakidetza se relajan.

A todo esto se suma el hecho de que la tercera parte de las 8.000 enfermeras vascas son eventuales. Así, es más difícil decir no en el puesto de trabajo.

De hecho, los sindicatos exigen que estas sanitarias temporales puedan hacer carrera profesional. Esto es, que si suman años de antigüedad, se forman y hacen buen trabajo, se note en el sueldo, como ocurre con las funcionarias.

«Somos enfermeras en patines. Al tener los ratios más bajos de Europa en cuanto a sanitarias por paciente, no hay tiempo para estar con el enfermo, escucharle...».

Un trato cercano ahora perdido y que en su día permitió que las enfermeras descubrieran el efecto placebo mucho antes de que los médicos pudieran demostrarlo científicamente.

«No haremos de fontaneras»

En los pasillos de los centros de salud vascos se están repartiendo estos días los mandamientos del trabajo enfermero. Son siete directrices que las sanitarias deben cumplir para protestar por su situación laboral. Así, encontramos frases como: «No haremos de fontaneras o electricistas» y «Emplearemos el tiempo necesario para la enfermería», entre otras.