El arquitecto Albert Gassull debuta en la novela con un retrato del 'ladrillazo' español

  • 'Males arts' recrea la fiebre inmobiliaria española entre los años 2002 y 2007.
  • Echando mano de la ficción, el catalán crea una galería de personajes relacionados con el mundo de la construcción.
  • Asegura que no ha querido "dar lecciones ni moralizar", más allá de decir al lector: "mira lo que pasaba en este país".
El autor retrata la época de la burbuja inmobiliaria, un fenómeno que por su trabajo ha conocido de primera mano.
El autor retrata la época de la burbuja inmobiliaria, un fenómeno que por su trabajo ha conocido de primera mano.
El autor retrata la época de la burbuja inmobiliaria, un fenómeno que por su trabajo ha conocido de primera mano.

Arquitecto de profesión y saxofonista de la formación de jazz La Locomotora Negra, Albert Gassull (Barcelona en 1962) debuta ahora en el ámbito de la narrativa con Males arts —en castellano Malas Artes—, una novela en la que retrata la época de la burbuja inmobiliaria, un fenómeno que por su trabajo ha conocido de primera mano.

Gassull explica que, para armar su historia, ha recreado la fiebre inmobiliaria de unos años, entre 2002 y 2007, con una galería de personajes "que se mueven en el entorno del mundo de la construcción, aunque no son del ramo, han visto una oportunidad de negocio, entran en el mismo y fracasan".

En Males arts, que publica Empúries, el escritor narra la caída a los abismos de Miquel, un arquitecto que un buen día se asocia con el constructor Isidre Rintxera, quien termina en concurso de acreedores llevándose por delante todo el capital de su socio, quien, además de arruinado, se queda sin Marta, su pareja, una espectacular mujer que luce en sociedad.

El arquitecto Miquel es "hijo de un momento y de un mundo de apariencias y de lujos, de fardar de coche nuevo y con una casa de diseño acabada de estrenar", explica el autor.

Aunque es inevitable que aparezca la ironía en un relato de estas características, Gassull advierte de que no ha querido "dar lecciones ni moralizar, más allá de decir al lector: "mira lo que pasaba en este país".

Además, entiende que el sentido del humor que destilan las páginas del relato contribuye a dibujar todo este fenómeno. "¿Quién de un determinado nivel económico no fue a cenar en aquellos días a un restaurante a más de 200 euros el menú o adquirió una botella de vino de renombre y mucho precio?", se pregunta.

Visto desde ahora, con una crisis económica que no deja títere con cabeza, "incluso puede hacernos reír todo aquello y nos hace comprobar que todos fuimos una panda de idiotas".

También avisa que, a pesar de que ha utilizado para su novela algunos elementos que ha vivido muy de cerca, ninguna situación está basada en la realidad, ni ningún personaje de los que describe tiene que ver con algún conocido.

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