Madrid, la musa que inspiró la poesía de Miguel Hernández

  • La editorial Fragua acaba de publicar un libro sobre la estancia del poeta alicantino en la capital.
  • Estuvo diez años, de manera interrumpida.
  • Fue en una cárcel de la ciudad donde compuso sus Nanas de la Cebolla.
Miguel Hernández.
Miguel Hernández.
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Miguel Hernández.

"Mi casa, Madrid, mi existencia". Así es como definió Miguel Hernández la capital de España, ciudad en la que vivió, de forma interrumpida, durante casi diez años. El presidente de la Asociación de Amigos de Miguel Hernández, Esteve Ramírez, acaba de publicar El Madrid de Miguel Hernández (Editorial Fragua. 21 euros), donde navega en esta etapa de la biografía del último de los poetas del 27, la del humilde pastor autodidacta que llega a la capital para abrazar su vocación literaria, pero que acabó con su reclusión en la cárcel.

El autor de El rayo que no cesa  aterrizó por vez primera en Madrid en 1931. "La ciudad le arrastraba como el viento", dice en uno de sus versos, pero no encontró trabajo y se volvió a Orihuela (Alicante), donde nació.

Fue en su segunda estancia cuando empezó a colaborar en varias publicaciones, como la enciclopedia taurina de la Editorial Escasa Calpe, en cuya sede instaló su oficina. Esta etapa dulce de su estancia en Madrid se vería adornada con algunos escarceos amorosos, aunque Hernández siempre se quejó del tiempo que su trabajo le quitaba a la creación literaria.

Es en Madrid donde entabla amistad con insignes de las letras como Vicente Aleixandre y Pablo Neruda, uno de los autores que más lamentó su muerte en prisión, como bien se lee en este texto redactado por el poeta chileno: "No tenía Miguel la luz cenital del Sur como los poetas rectilíneos de Andalucía sino una luz de tierra, de mañana pedregosa, luz espesa de panal despertando. Con esta materia dura como el oro, viva como la sangre, trazó su poesía duradera. ¡Y éste fue el hombre que aquel momento de España desterró a la sombra!"

Fue durante este breve periodo de tiempo cuando conoció el éxito, pero le duró poco. El estallido de la Guerra Civil y su apoyo a la causa republicana le llevaron a la cárcel de la calle Torrijos. Allí recibió una carta de su mujer en la que decía que solo podía alimentar a su hijo con pan y cebolla, lo que le sirvió de inspiración para sus Nanas de la Cebolla.

Cuentan sus compañeros que, tras recibir esta carta, estuvo varios días sin salir de su celda. Después leyó ante sus compañeros los famosos versos: La cebolla es escarcha/ cerrada y pobre:/ escarcha de tus días/ y de mis noches./ Hambre y cebolla:/ hielo negro y escarcha/ grande y redonda/. Lo hizo "para no desesperarme", según reza una de sus cartas. Dos años después saldría de prisión del brazo de dos guardias civiles, de nuevo hacia Alicante, donde fallecería de tuberculosis, solo y recluido, a los 31 años.

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