La anorexia más grave se cura vigilada por cámaras en el hospital

En Sant Joan hay seis camas para anoréxicos y bulímicos, que tardan entre dos a tres años en recuperarse de la enfermedad.
La anorexia no es una manía de la edad del pavo. Ni muchísimo menos, este mal es un suplicio que, en los casos más graves, tarda en curarse hasta dos o tres años. Algunos pacientes no se a recuperan, y se mantienen bajo mínimos entre ingreso e ingreso.

La Unidad de Trastornos de la Alimentación de la provincia está en el Hospital de Sant Joan y tiene seis camas, que están prácticamente llenas siempre.

Sin embargo, las doctoras Taciana Valverde y Cristina Romero, psiquiatra y psicóloga de esta unidad, afirman que la lista de espera «no ha pasado de las tres personas», y no tienen problemas para atender los casos más graves, de entre los 850 enfermos que se estima hay en Alicante –según el promedio que fijan los expertos en este mal–, lo que significa uno de cada 200 jóvenes de 12 a 20 años.

«No se trata de un lugar para desahuciadas», afirman las doctoras, pero hay acceso restringido incluso a los familiares y al personal. «La unidad no es tan severa», afirma Valverde, aunque los vigilan con cámaras, algo que ellos saben y «que es por su bien», para que no vomiten, ni a escondidas hagan ejercicio en exceso para adelgazar.

Su alimentación comienza siendo «sencilla y poco elaborada, para introducir, poco a poco, platos más calóricos», dice la psiquiatra.

Llevan una vida sencilla. Tras cada comida deben descansar y, «si se portan bien», esto es, si comen y consiguen los objetivos marcados, podrán leer, escuchar música, ver la tele o ver a su familia.

Realistas con su imagen física

Estos pacientes se someten a unos severos cuidados para modificar tanto su peso como su salud, pero también sus hábitos y sus pensamientos. Para ello establecen objetivos semanales en el ámbito nutricional y conductual, para que pierdan el miedo, controlen su hiperactividad y aprendan a tener una conciencia realista de su imagen. En ocasiones, los objetivos son muy simples: «Simplemente buscamos que sean conscientes de su enfermedad», afirma la doctora Romero, pero lo ideal es conseguir eliminar sus «creencias, pensamientos y valores negativos».

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