Para algunos fotógrafos la cámara debe ser capaz de captar con precisión las derivas emocionales o físicas causadas por el tiempo. Nada mejor para conseguirlo que retratar una vez y otra al mismo motivo a medida que pasan los años. El caso extremo y quizá el más conocido es la serie de Nicholas Nixon The Brown Sisters (Las hermanas Brown), que emprendió en 1975 y aún está en marcha: un retrato frontal cada año de su mujer y las tres hermanas de ésta.

Pero Nixon no es ni por asomo el único fotógrafo que no se cansa de repetir motivo: la dulce Sally Mann nunca ha dejado de retratar a su familia; la torturada Francesca Woodman sólo hizo autorretratos; el maestro Alfred Stieglitz colocó ante su objetivo una vez y otra a su esposa y musa, la pintora Georgia O'Keeffe; Harry Callahan no quería otra modelo distinta a su mujer Eleanor...

La constancia en fotografiar el mismo motivo es mostrada de manera gloriosa en la gran exposición The Serial Portrait: Photography and Identity in the Last One Hundred Years (El retrato seriado: fotografía e identidad en los últimos cien años), una muestra temática organizada por la National Gallery of Art de Washington DC (EE UU) que aprovecha los exquisitos fondos de imágenes de la pinacoteca pública. En cartel hasta el 31 de diciembre, la exposición reúne 153 obras de una veintena de artistas.

A partir de un muy difundido aserto de Stieglitz sobre el alcance parcial del término retrato ("pretender que un retrato sea el retrato completo de una persona es tan futil como pretender que una película esté condensada en un solo fotograma"), la exposición se explaya en la obra de fotógrafos que hicieron suya, consciente o inconscientemente, la opinión del pionero.

Se trata de fotógrafos que, pese a provenir de escuelas muy diferentes y estar separados por un gran espacio de tiempo —la muestra abarca nada menos que cien años—, basaron su estilo en que la recurrencia del sujeto retratado —amigos, familiares, musas, parejas...— significa una oportunidad como ninguna otra para explorar el paso del tiempo y las emociones.

Además de todos los citados, en The Serial Portrait hay fotos de otros artistas que también usaron la cámara para circular a lo largo de los años sobre un mismo motivo y trascender los límites del tiempo, sea para hacer retratos de su círculo íntimo, como Emmet Gowin, una alumna, precisamente de Callahan, que ha convertido su ámbito familiar en tema central de su producción, o de las comunidades en las que habitaron, como el recientemente fallecido Milton Rogovin.

En el caso de otros fotógrafos este eterno retorno tiene que ver con la autoexploración y la reinvención a través del autorretrato, como Ilse Bing y sus visiones parciales o reflejadas y Lee Friedlander, que se mostraba en los retrovisores de los vehículos alquilados en los que recorría los EE UU. También hay obras de artistas conceptuales como Vito Acconci, Blythe Bohnen y Ann Hamilton, que combinan el performance con los autorretratos. La muestra concluye con dos autoras de los últimos quince años, Nikki S. Lee y Gillian Wearing, que llevan esta aproximación a los extremos de la mascarada.