Una mirada a la izquierda

Lo de Iniciativa tiene mérito.
Entró en el Gobierno de la Generalitat como la comparsa ecologista y ha acabado siendo la única fuerza de izquierdas a la que las encuestas auguran un crecimiento. Si se ha escuchado un discurso que dedicara más de tres minutos seguidos a derramar elogios al Tripartito, ése ha sido el de Joan Saura, actual conseller de Relaciones Institucionales. Claro que tampoco debería resultar extraño porque de las posibles combinaciones para formar Gobierno es la única que asegura  a IC tocar poder y pisar moqueta. Y fuera, digan lo que digan, hace bastante frío.Saura exhibe un pragmatismo a prueba de bombas. Su camaleónica adaptación a las circunstancias siempre le ayudó a sobrevivir pero ni le hizo el más popular de la fiesta ni le permitió engordar su lista de amigos. En Esquerra, por ejemplo, se le guarda un cordial resentimiento desde que estallara en la prensa el escándalo sobre su sistema de financiación, una filtración que los republicanos siempre le atribuyeron. A Iniciativa le pareció bien el Estatuto que aprobó el Parlamento de Cataluña; después le pareció bien el acuerdo que alcanzaron Zapatero y Mas; finalmente le pareció bien el texto que salió del Congreso de los Diputados. Aun aceptando que no fuera su guerra, es reseñable tan buen conformar.

Si algo pone de manifiesto el auge de IC en estas elecciones es que ya nada será igual que en tiempos del Honorable Pujol y su reino de mayoría absolutas. Lo que se ha generado en Cataluña, ya desde 2003, es un panorama en el que cinco partidos pueden ser alternativa de gobierno o, alternativamente, tener la llave de la gobernabilidad, lo que exige forzosamente pactos entre ellos para conformar mayorías parlamentarias. Además, tal y como han evidenciado los ‘trackings’ (seguimientos electorales) diarios que han realizado PSC y CiU, se han producido trasvases de votos insólitos entre fuerzas radicalmente distintas.

De ahí que haya sido normal escuchar ataques furibundos entre partidos que, aparentemente, no deberían haber entablado competencia. Tal es el caso de las llamativas descalificaciones de Artur Mas a Iniciativa, que además de ofrecerse como refugio natural de los descontentos del PSC y de la volubilidad de Esquerra, sirve de cobijo,  por lo visto, a electores de otras tendencias.

Los partidos cerraron ayer una campaña en la que ha interesado más conocer lo qué pasará a partir del día 2 de noviembre que un resultado que todos presuponen: ganará CiU. La incógnita está en saber si la suma de PSC, Esquerra e IC alcanzará los 68 escaños, porque esa cifra les permitiría teóricamente reeditar el Tripartito. En un escenario en el que a nadie extrañaría un pacto de izquierdas -el Tripartito ya mencionado-, un pacto entre nacionalistas -CiU y ERC-, un pacto de derechas -CiU y PP- y hasta la ‘sociovergencia’ -CiU y PSC-, es normal que los electores no sepan a quién están votando y tengan la tentación de quedarse en casa.

Pocas novedades ha ofrecido esta maratón de mítines y visitas a residencias de la tercera edad en el que, innegablemente, CiU ha llevado la iniciativa. El mayor de los alicientes lo ofrecía a priori una nueva formación, Ciutadans, el Partido de la Ciudadanía, que se ha disuelto como un azucarillo entre la dejadez de sus inspiradores y el arrinconamiento al que ha sido sometido por buena parte de los medios de comunicación. Lo que nació como una reacción desde la izquierda a la deriva nacionalista del PSC ha quedado en un partido «de tradición socialdemócrata», en opinión de su presidente Albert Rivera.

Rivera es un joven abogado que trabajaba en La Caixa  y que se encuentra en excedencia hasta principios de diciembre. ¿Por falta de confianza en los resultados electorales? «No, porque mi intención es continuar y empezar a cobrar del partido», asegura. Al susodicho le han dejado un papelón de aúpa porque «los intelectuales», como él los llama, y fundamentalmente su cabeza visible, Albert Boadella, han cumplido su promesa hacer mutis por el foro, lo que en catalán significa estar ‘desapareguts’. «Boadella está de gira con su obra sobre el Quijote», dice Rivera. ¿Y Ciutadans no es su obra? «Bueno, él ya dijo que no estaría en primera línea».

Estamos antes un tipo que da bien en los carteles en pelota picada porque ha sido nadador y waterpolista, y eso se nota. Pero en el mar de tiburones de la política catalana Rivera es un vulgar rodaballo. «Somos liberales-progresistas», dice para situar a un partido que espera nutrirse de votantes del PSC y del PP en una horquilla que se antoja imposible. Para colmo, los presuntos ‘killers’ del nacionalismo van de ovejitas: «Respetamos al nacionalismo; no queremos aniquilar a nadie». Para ese viaje no hacían falta alforjas.

Aunque todos traten de disfrazarlo de la mejor manera posible, mañana habrá vencedores y vencidos, y la derrota será mayor en proporción al grado de implicación de cada cual en la campaña. Uno de los más expuestos ha sido el presidente del Gobierno, que se ha tomado estas elecciones como algo personal, y no le ha faltado razón. Montilla se ha abrazado a él como el náufrago que se agarra a las astillas del barco que se hunde. Ayer por las calles de Santa Coloma se dejó llevar por la marea humana que escuchaba a Zapatero pedir el voto. Se sabe el secundario de esas obras en las que el protagonista nunca muere. Y lo asume.

Sigue el blog en... www.20minutos.es

Mostrar comentarios

Códigos Descuento